UNA MADRE A TODO DAR
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Una madre a todo dar porque fue madre al gusto divino.
Una madre que supo asumir su vocación de madre.
Una madre que sabía que ser madre tenía alegrías, sinsabores,
responsabilidades, deberes, derechos y sus consecuencias.
Una madre que entendía que su vocación requería de ella todas sus fuerzas,
todo su amor, todas sus energías, toda su entrega.
Una madre que reconocía sus limitaciones… que sola no podía y debía elevar
su mirada a Dios y su corazón en una plegaria intensa, constante y perpetua…
porque la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la prudencia, la paciencia,
la piedad… TODO… venia de lo alto… y ella necesitaba las herramientas
espirituales para levantar ese pequeño ser a la altura de la eternidad… al
gusto divino…
Una madre que enseño a decir “Papá Dios”…”Madrecita, a la Virgen”… “Jesús”…
cuando apenas balbuceaban su pequeña, su pequeño… porque la gratitud a Dios que
le concedía ser madre era inmensa… ella que no podía tener hijos… había pedido
una hija a la Santa Virgen en la advocación “Milagrosa”… después de 7 años de casada…
y luego volvía a hacer la petición, después de cinco años de vida de su
pequeña, deseaba complacer a su esposo que anhelaba un hijo… y su humildad… su
confianza ciega en la Madre Celestial le robaban a Dios el milagro de ser
madre…
Una madre que gozaba procurando la felicidad de sus seres queridos, de su
familia inmediata, de su familia de sangre, de todos los que se le acercara,
sin importar conocer o no conocer.
Siempre dispuesta a servir… siempre dispuesta a sacrificarse… siempre
dispuesta a ser la última en todo momento… porque su gozo y su alegría era ver
feliz a los demás…
Donde había necesidad… allí estaba ella, sin hacer notar a nadie su ayuda.
Compartía lo que tenía con un desprendimiento asombroso… prestaba lo que fuese
aunque sabía que no lo volvería a recuperar… si tenía que hacer una cita médica
y correr con los gastos… lo hacía… aunque a veces ni conocía a la persona… pero
el solo hecho de ver, de descubrir, de conocer que estaba sola o solo,
necesitado, abandonado… la lanzaba a ayudar sin esperar nada a cambio, en el
más absoluto silencio… que nadie se enterase… Pero si la necesidad no estaba al
alcance de su mano, sin pensarlo dos veces visitaba a aquellos que si podían
ayudar… de esta forma solucionaba exitosamente la situación para bien del
necesitado… porque su corazón le exigía ayudar sin límites.
Una madre que tuvo el coraje de saber defender a sus pequeños de toda
adversidad y de todo peligro… porque sus riquezas eran sus hijos y su esposo.
Una madre que desde el vientre le hablaba de Dios, del amor de Dios a sus
pequeños… que les inculco el amor a los sacramentos, la fidelidad a la Iglesia,
la necesidad del rezo diario del santo rosario en familia, la confianza ciega e
ilimitada en la Voluntad Divina… y en la Mater. Que les hablaba del Cielo con
la naturalidad y familiaridad más simple y sencilla… como si tocara el velo
descubriéndoles las maravillas, la alegría y la felicidad de la Casa Paterna
Celestial…
Una madre de principios, de costumbres sanas, de valores a prueba de fuego,
de moral intachable, de muy buen humor,
sencilla, sin dobleces, siempre dispuesta perdonar aun en los momentos
más trágicos y difíciles pero superados por ese corazon limpio y puro que no
sabía de venganzas, de rencor, de rebeldías… sino de amor, compasión y perdón…
Una madre que predicaba sin buscarlo con su vida… su vida cotidiana…
sencilla, de ama de casa… pero vivida hasta el extremo de darse a si misma día
a día… hora a hora…minuto a minuto… segundo a segundo… porque Dios habitaba en
su alma… porque el Amor de Dios se desbordaba en todo su ser…
Esa fue mi madre a la que hoy, a cinco días de su regreso a casa, mi corazón
presenta a todas las madres del mundo para decirles… “Vivid vuestra vocación de
madre consientes… vividla como la vivió mi madre…con derroche de amor y alegría…
porque vale la pena ser madre al gusto divino… vuestros hijos reconocerán la
diferencia…Madres santas… hijos camino a la santidad…”
Esa es la tarea de una madre, (y de un padre) encaminar a sus hijos a vivir
procurando el camino de la santidad… todos estamos llamados a ello… y una madre
y un buen padre, son los llamados a guiar, educar con el testimonio de vida a
sus hijos a desear y caminar hacia la meta: “Ser Santos como mi Padre es
Santo”…
Desde la Soledad del Sagrario
Dichoso Los q la conocieron. ESA Es la vocacion de mama
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