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Tengo un hijo muy envidioso, ¿qué
hago con él? |
Los hijos no nacen envidiosos,
se hacen envidiosos, normalmente por el mal ejemplo que les dan los padres o por
la mala educación que reciben, al no corregirles sus primeros síntomas, que
manifiestan tendencias hacia la envidia.
Los padres envidiosos producen
hijos envidiosos. Si quieren salir de ese círculo vicioso generacional, que les
puede llegar a consumir su vida, tienen que examinar la forma en la que
practican las virtudes y valores humanos, antagónicos del vicio de la envidia
como: la caridad, la conformidad, la generosidad, la magnanimidad, la
esplendidez, etc. Demostrar envidia hacia terceros o fomentarla en los hijos, no
es el camino correcto para motivarles a que se superen e imiten a los demás
triunfadores.
Los padres tienen que enseñar a los hijos, a que sean
conscientes de lo que es prioritario en sus vidas, a valorar justamente las
cualidades y circunstancias propias y ajenas, a tolerar los defectos de los
demás, a descubrir, controlar y asumir los problemas pendientes y las soluciones
para eliminarlos.
Los padres en presencia de los hijos, nunca deben hacer
comparaciones envidiosas sobre sus parientes, amigos, compañeros de trabajo,
lideres sociales, religiosos o políticos o sobre personas, que tengan mejores
posiciones económicas o intelectuales. Estos comentarios envidiosos, trascienden
a los hijos y les crean el campo propicio, para que ellos sientan también
envidia de las mismas personas por las que tienen sus padres, a sus familiares,
amigos o que estén en el círculo de sus relaciones. Si ven a los padres que
envidian a otros, ¿Cómo no van ellos a continuar envidiando a los
demás?
Los padres tienen que estar muy vigilantes a las reacciones de sus
hijos, ante las diferencias que pudiera haber con sus hermanos, parientes o
amigos. Enseguida verán si quieren quietarles los juguetes a los otros o si
cogen rabietas o berrinches, por no hacer o poseer lo mismo que los otros, o si
tienen celos. Los celos suele ser un reflejo de una envidia incipiente. Si los
padres observan en sus hijos que tienen ansias, celos, pelusa, rivalidad
desmedida, rencor, resentimiento, codicia, apetencia incontrolada, etc. suelen
ser los primeros síntomas de que terminaran teniendo una envidia
incontrolada.
Los padres deben estar muy atentos a los signos externos
que producen esas actitudes, por muy pequeños que sean los hijos, entonces
podrán mucho más fácil hacer las correcciones que sean necesarias, para que no
vayan aumentando y mejore su calidad moral.
Los padres deben inculcar en
sus hijos que si bien la conformidad y la resignación paciente ante las
adversidades, son lo contrario de la envidia y son virtudes que deben
practicarse, hay muchas ocasiones que opacan el verdadero y necesario deseo de
superación, que los hijos deben tener, para sobreponerse ante los infortunios,
reveses o contrariedades de la vida. Por lo tanto deben fomentar en los hijos
que emulen, pero que no envidien a los que sobresalen, en la práctica de las
virtudes y valores humanos. Hay personas que por sus actitudes, se les puede
denominar envidiables, en el buen sentido de la palabra, porque pueden ser un
buen ejemplo a seguir.
Los padres tienen que enseñarles a compartir y a
controlar sus conductas impulsivas, para que sepan respetar y valorar las
diferencias y cualidades de sus hermanos, familiares y amigos. Si los hijos
mantienen una envidia constante hacia sus hermanos, familiares y amigos, suele
ser debido a que sus padres no les han prestado la suficiente atención, para
erradicar ese mal, el cual se consolidará e irá en aumento al llegar a la edad
adulta.
Los padres tienen que tener muy claro y estar continuamente
precavidos, para que cuando expliquen y animen a fomentar el espíritu de
superación en los hijos, que no caigan en lo que es una envidia disfrazada, pues
esta puede conllevar una gran connotación de soberbia, al pensar que pueden
hacerlo mejor que otros, para así humillarles. Piensan que los otros son
inferiores, y que por lo tanto, ellos se pueden elevar por encima de sus
posibilidades para ser envidiados.
Los padres tienen que inculcar a los
hijos las virtudes de la sana admiración, emulación y apetencia de imitación a
las innumerables y magníficas personas, organizaciones e instituciones, porque
eso les ayudará a superarse y a crecer en otras virtudes y valores humanos, pero
siempre, midiendo donde está la raya entre lo que es virtud y lo que es
envidia.
La envidia en los hijos se puede convertir en algo como un
virus, que poco a poco y sin darse cuenta, se va introduciendo en su educación,
si es fomentada o permitida. No hay mejor vacuna contra ese virus que, según sus
edades, enseñarles y practicar junto a ellos las virtudes y valores humanos
contrapuestos y eliminatorios de ese virus de la envidia, para que los hijos
puedan llevar una vida alegre, armónica y productiva, que les permita madurar y
luchar contra las frustraciones y vergüenzas mal entendidas, que fomentan la
envidia. Este virus no trae nada bueno, pues no ayuda en nada y solamente
perjudica al envidioso y al envidiado.
Los padres tienen que dar a sus
hijos envidiosos, constantes y extraordinarias muestras de cariño y apoyo,
valorar sus cualidades, hacer que reconozcan sus defectos y errores, proponerles
según sus edades, un plan de vida con prioridades y objetivos bien claros,
alejados de comparaciones odiosas con sus hermanos, familiares y amigos, pero
sin ocultarlas ni exagerarlas y siempre estando debidamente
valoradas.
Cuando los niños tienen envidia de sus hermanos, familiares o
amigos, también les produce el efecto de los celos, hacia lo que hacen o dejan
de hacer, quemándoles en su interior. Si los padres de hijos envidiosos, no
calman la ansiedad que manifiestan constantemente, estarán produciendo en los
hijos sentimientos de frustración y de vacío, lo que les llevará a ser de
mayores, mucho más envidiosos y contaminados por el rencor hacia los éxitos
ajenos.
La envidia empieza a surgir en los primeros años de vida, cuando
el niño comienza a relacionarse con el grupo familiar y su entorno social. Si el
niño se siente amenazado en su terreno y en lo que más quiere o tiene, se le
produce un enorme sentimiento de vacío, lo que conlleva el desear mantener a
toda costa lo que posee y conseguir por encima de todo lo que cree que debe
tener. Esta envidia la manifiesta con pataletas, rabietas, etc. Es necesario
calmar esos disgustos, con explicaciones lógicas y enseñándole a dar, para que
con ello vaya aprendiendo a tolerar sus frustraciones y controlar las conductas
impulsivas, así pues, de esa forma, aprenderá a respetar las diferencias y
valorar sus propias cualidades, es decir en definitiva empezará a
madurar.
17 Principales banderas rojas que avisan cuando los hijos son
envidiosos
1. Cuando acusan continuamente de las faltas o supuestas
faltas, de sus hermanos, familiares o amigos, con el fin de destruir su fama.
2. Cuando claramente se alegran del mal o se entristecen e ignoran los
éxitos ajenos.
3. Cuando comienzan a aparecer signos externos de:
Soberbia, avaricia, ira, lujuria, gula, pereza, etc.
4. Cuando
demuestran complejos de inferioridad, que los emplean para sutilmente aparecer
más débiles y poder expresar mejor su envidia hacia otros, al pasar más
desapercibido.
5. Cuando demuestran pesimismo, amargura, confusión,
desorden y desprecio.
6. Cuando emplean la ironía y el sarcasmo, para
referirse a otros de forma que se entrevean posibles defectos.
7. Cuando
emplean verdades o mentiras, expresadas a medias para destruir la fama ajena.
8. Cuando enaltecen sus propios actos, imagen, éxitos, etc.
9.
Cuando hablan de los fracasos y defectos ajenos.
10. Cuando hablan mal
intentando destruir la fama de otros, con criticas retorcidas y constantes.
11. Cuando intentan destruir los logros de otros, para que no trasciendan, o
se niegan a colaborar consiguiendo que otros no puedan triunfar.
12.
Cuando interpretan las cosas aparentemente positivas de otras personas, siempre
en clave de crítica.
13. Cuando quieren modificar su cuerpo con cirugías
y tratamientos, porque otros lo tienen mejor.
14. Cuando se ponen
furiosos debido a que otros han ganado o son mejores que ellos, en determinadas
situación. Es decir cuando no saben perder.
15. Cuando siempre están
conspirando con determinados grupos de personas, que tienen el vicio común de la
envidia hacia otros.
16. Cuando tienen cambios sustanciales y continuos
en la forma de tratar a los hermanos, familiares y amigos, en función de que
tienen mejores cosas, mayores éxitos o mejor imagen.
17. Cuando tienen
celos de sus hermanos, familiares y amigos.
¿Qué es la
envidia?
La envidia es el deseo desmedido o sentimiento pernicioso
por algo ajeno, que otro posee, lo cual produce inferioridad, tristeza o pesar,
incluso no buscando que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor. No
buscando ser más feliz, sino intentando que el otro caiga en desgracia. No
buscando tener más y mejores bienes, sino privar a los demás de los suyos. Es un
sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece, sino una
insalvable amargura que destruye al envidioso, como la carcoma en los ojos,
hasta producir la ceguera religiosa, familiar y social.
Tener envidia es
muy diferente a querer imitar, emular, copiar, superar o competir honradamente,
con alguien que hace o tienen mejores cualidades, dignas de ser deseadas o
apetecibles.
La envidia es una falta de aprecio personal, que padecen
muchas personas que creen que no valen nada y que los demás valen todo, por eso
les tienen esa envidia que les carcome. Es un sentimiento o reacción malsana y
negativa, que además de hacer sufrir a las personas, hace que se proyecte a los
demás, que no tienen ninguna culpa de que el otro les tenga envidia. Si la
envidia no se domina, puede ser altamente autodestructiva para quien la tiene,
pues corroe y hace sufrir continuamente.
La envidia es un sentimiento
negativo bastante común, que al no poder dominarlo, puede ser altamente
autodestructivo para quien la tiene y la práctica. Se habla muy poco de la
envidia como vicio, a pesar de que muchas personas la sufren en la vida, en
mayor o menor grado. Es un tipo de reacción que puede hacer surgir las mayores
aberraciones, tanto en sufrimiento personal como de proyección hacia los demás.
El buen comportamiento o metas alcanzadas de algunas personas admiradas, puede
provocar en los hijos ganas de superarles, competir o imitarles sanamente,
aunque previamente tendrían que comprobar y valorar, si tienen cualidades dignas
de ser deseadas o apetecibles y hacer también, una profunda valoración sobre sus
propias capacidades y limitaciones.
La envidia se contagia como una
enfermedad y su mejor antídoto, es intentar superar las diferencias que haya,
con los que se les tiene envidia, haciendo los esfuerzos que sean necesarios,
para evitar que se bloquee y atrofiar la mente. La envidia impide ser ecuánime,
con las circunstancias ajenas envidiadas y a usar la creatividad, para resolver
las situaciones.
La envidia genera ansiedad, tristeza, rencor,
aislamiento, incomunicación, etc. Manifestándose en miradas, gestos corporales,
frases y acciones inadecuadas, conducentes casi siempre a hacer daño a los
envidiados.
La envidia es muy difícil de controlar, sin el deseo firme de
querer hacerlo, apoyado por la ayuda de una buena dirección espiritual,
proporcionada por los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes, que son los que
tienen la experiencia de ayudar a suprimir los vicios humanos.
La envidia
no se refleja siempre externamente, también se suele esconder detrás de una
falsa apariencia amable, que manifiestamente se alegra de los éxitos de las
personas envidiadas, pero que internamente, sufre por esos logros y disfruta
ocultamente de los fracasos ajenos.
La envidia produce un desgaste enorme
de energía, al corroer el interior de los envidiosos, lo que les produce estar
más atentos a los éxitos y fracasos de los demás, que a los propios, lo que a su
vez les impide tomar las medidas necesarias, para cumplir sus propios objetivos.
Hace ver a los envidiosos, que los envidiados consiguen las cosas y triunfan con
facilidad y sin esfuerzo, lo que les impide a ellos, el hacer los esfuerzos
necesarios para prosperar, ya que se suelen quedar esperando a que las cosas les
lleguen, como ellos piensan que les llegan a los envidiados, sin ponerse a
pensar en los esfuerzos que han podido tener que realizar para
conseguirlas.
La envidia es el origen del resentimiento, el cual no busca
el bien propio, sino el mal ajeno. Este resentimiento se pone de manifiesto en
la lucha de clases sociales y políticas, donde para algunos tiene más
importancia, hacer que los demás fracasen social o políticamente, a que los
otros mejores en los mismos aspectos.
La envidia originada por no poseer
los bienes materiales que otros tiene, puede convertirse en obsesión, para
quietarle al envidiado sus propiedades, incluso hacerlas desaparecer
rompiéndolas o quemándolas, aun cuando esto suponga un grave perjuicio para
ambos. “Le tenia tanta envidia, que en la pelea no le importó perder sus ojos,
con tal de que el otro se quedara ciego”.
La envidia se lleva
internamente y pocas veces florece al exterior, lo que impide a la persona
envidiada darse cuenta que le envidian y que otro, está esperando a hacerle daño
en cuento pueda. Eso suele coger desprevenido a los envidiados, que no esperan
actos de agresividad verbal o física, proveniente de envidiosos ocultos o
anónimos.
10 Sentencias sobre la envidia
1. El envidioso se
lastima a si mismo más que a los demás.
2. La envidia muestra cuán
desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer
los demás, muestra cuánto se aburren.
3. La envidia es el peor
adversario de los más afortunados.
4. La envidia es mil veces más
terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
5. La envidia se
arrastra por el suelo como una serpiente, pues es el más mezquino de los vicios.
6. La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen
recíprocamente, por el hecho de perseguir el mismo objeto.
7. Lo bueno
que es envidiable no produce envidia, origina emulación.
8. Si la
envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría.
9. Una demostración de
envidia hacia otro, es un insulto a uno mismo. Virtud envidiada, es dos
veces virtud.
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