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La vida es corta muy corta… los
hijos crecen rápidamente y se van del hogar. El tiempo de sembrar y cultivar
una conciencia sana, llena de luz… un corazón robusto lleno de amor,
generosidad y esperanza… una voluntad regia, llena de propósitos claros,
firmes, elevados y cimentados en una fe esplendorosa… solo se logra en los
primeros siete años de vida de nuestros hijos… luego de esa edad es cuesta
arriba iniciar la educación cultural, religiosa de nuestros niños.
El niño pequeño es una esponja que recoge todo lo que los adultos, el
ambiente les enseñe para bien o para mal. Los padres que dejan en manos ajenas
a sus hijos sufren luego la triste experiencia de ver a sus hijos llenos de vicios,
costumbres, miedos, “manías”, y hasta devociones supersticiosas que han calado
hondo en las pequeñas mentes y voluntades de sus hijos. Los niños aprenden rápidamente,
asimilan e imitan la conducta, el lenguaje, las costumbres de los que se
vuelven maestros para ellos… a veces sin querer.
Recuerdo cuando era maestra de elemental en la escuela pública, en una ocasión,
uno de los pequeños de primer grado, muy amoroso y simpático, no demostraba nada
especial hacia mi persona. Sin embargo luego
de dos semanas de iniciarse las clases, viene su mamá ha decirme que Tito les
tenia con dolor de cabeza. Ellos eran testigos de Jehová. Para esa época yo
usaba un rosario en mi cuello. El niño había
quedado impactado conmigo y quería ir a mi iglesia, quería un rosario, quería saber
más de mi fe… Los padres no sabían qué hacer. Claro ella me dice: “Sabemos
ciertamente que usted no le habla de su fe a los niños, y menos a Tito. Él mismo nos lo ha dicho.” Encontró en la televisión
una misa y estuvo gritando a los padres porque quería que le explicaran lo que sucedía
en la Santa Misa.
Me maravillaba que estuviera evangelizando a Tito sin una sola palabra, sin
un solo gesto de intención. Los niños sienten curiosidad…ellos tienen hambre y
sed de aprender. Lo mismo aprenden el bien que el mal…Si la persona que tienen
frente a ellos les causa admiración van a querer imitarlos… y ahí está el problema
que sean modelos inadecuados que vayan distorsionando esas conciencias tan
tiernas…
Padres, madres, si no toman en serio cultivar la conciencia de sus hijos,
educarlos por el camino de la santidad, en el mañana será jóvenes y adultos con
vacios interiores que buscaran llenarlos
equivocadamente causando daños mayores en sus vidas.
La vida es muy corta… los hijos crecen y se van del hogar… Dios les ha
entregado un tesoro con cada hijo… al final del camino ese tesoro hay que
devolverlo a Dios… la pregunta es ¿estará Dios a gusto con la obra que se ha
realizado en cada uno de los hijos? Mi padre solía decir: “Un recién nacido es
como una “cajita vacía” que Dios nos entrega, los padres tenemos que ir llenándola…lo
bueno o lo malo que se coloque dará un
hermoso resultado o un delirante dolor de cabeza”.
La vida es muy corta… aprovechémosla haciendo el bien en nuestras familias…
Desde la Soledad del Sagrario
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