Amada hija.
Nuestro hogar debe ser fuente de santidad. Nuestra vida debe ser un
manantial de vida espiritual… debe ser una crecida de gracias desbordante,
donde la amistad de Dios se dé a borbotones…
Nuestro hogar es la Iglesia Domestica, en ella debe habitar Jesús niño,
Jesús adolescente, Jesús hombre, Jesús sacerdote, Jesús sacramentado.
Nuestro hogar debe ser caricia del Cielo… prolongación del Cielo… solo si
vivimos una verdadera humildad y pureza de corazón, Dios se sentirá llamado y
acogido a establecerse en tu hogar.
Tener a Dios en casa… que hermosura… que delicia… que regalo, que tesoro
incalculable… Pero, ¿cómo puede habitar Dios en el hogar? Fácil…
Primero hay que conquistar que su santísima madre habite en nuestro hogar…
donde está la Mater esta no solo su hijo, Jesús, sino la Santísima Trinidad
misma.
Para que la Mater habite para siempre en nuestro hogar, debemos tomar muy
en serio la vida de santidad. ¿Muy en serio? Si, muy en serio. Hay que vivir
una radical conversión diaria… una radical transformación diaria.
Hay que tomar muy en serio a Dios. Dios no quiere almas tibias… hoy estamos encendidas, mañana medias frías,
volvemos a encendernos para mañana volvernos a alejarnos… Dios vomita a las
almas tibias… O fuego o frió… no términos medios…
O santidad, o mediocridad rayando en el ateísmo… Porque ser mediocre es no
creer en Dios, aunque con los labios se diga que creemos, con las obras decimos
“No, no creo en Dios.”
Nuestro hogar debe ser “cuna de santidad.” Debe ser tan fuerte la presencia
divina en nuestro hogar, que nuestras vidas se transforman exquisitamente para
Dios, en Dios y por Dios.
La Mater nos lleva a un continuo auto-educarnos, buscando
siempre agradar a Dios sobre todas las cosas… Eso se consigue con una intima
relación de corazón a corazón con nuestra Madre Celestial. Ella es madre,
maestra, amiga y confidente. Cuando un alma se coloca en sus manos, para que
ser transformada en esa alma al gusto divino, ella toma muy en serio su “hacer”
en esa alma… llevándola por caminos seguros de santidad.
Desear la santidad con toda el alma… desear esa herencia divina que nos es
legada… desea que la familia entera busque, trabaje y desee la santidad como
verdadera opción de vida. Todo debe ir encaminado a ser santos a lo Cristo… a ser
santos imitando a nuestra madre que nos lleva a ser santos como Cristo, su Hijo
adorado.
Hay que educarse, hay que leer la biblia, para conocer mejor a Dios, para
conocer la voluntad divina, para conocer lo que Dios desea de las almas.
Hay que leer y ver vida de santos, que nos motivan enriqueciendo nuestra
vida de deseos de santidad.
Hay que buscar que dice la Iglesia, en el Catecismo, en las encíclicas
papales. No podemos ser ignorantes… hay que estudiar nuestra Iglesia, y darla a
conocer a nuestros hijos.
Hay que orar… orar es comunicarnos con Dios… Orar con sencillez, como se
hace con nuestra mejor amiga. Sin rebuscar métodos complicados… Orar es
contarle a Dios nuestras cosas… es preocuparnos por las cosas de Dios… es
estarse con Dios un buen rato, un rato ameno… donde el alma busca con todo su
ser a Dios… Hay que hablar con Dios… La Mater nos enseña… La Mater nos lleva a
conocer el lenguaje divino, ese lenguaje sencillo, simple de palabras, de
miradas, de estarse a gusto ante la presencia divina en delicioso silencio,
donde el alma ama y se deja amar por Dios.
Dios es todo, pero TODO, nuestras obras, palabras, gestos, gustos,
presencia, caminar, mirar, sentir, pensar, dar, escuchar… TODO… debe de hablar
que Dios es lo máximo, lo único verdadero en nuestra vida… Que verdaderamente
creemos en Dios… amamos a Dios…Que el que nos mire…vea a Dios…se encuentre con Dios…reciba a Dios…
Nuestro hogar prolongación del Cielo… porque la familia busca la verdadera
y sencilla santidad, patrimonio divino para las almas…
Dios te bendiga…
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