Cuantos
ancianos solos y abandonados de sus propias familias. No me canso de pedirles a
tantos hijos espirituales que tengan la delicadeza de recordarse de esos
miembros de la familia que viven solos y abandonados.
¿Que cuesta una llamada
telefónica? Cuanto bien se hace en ese corazón ya envejecido que añora una
palabra de amor de los suyos. Una carta de la nieta o nieto que sorprende y
trae tanto gozo y felicidad a ese corazón tan solo y abandonado.
¿No hay tiempo? Ese es
el argumento más egoísta que puede existir. Tener caridad con los nuestros no
es cuestión de tiempo es cuestión de justicia. De exquisita caridad. De verdadera
misericordia.
Hoy son ellos, mañana serán
ustedes. La vida nos puede cobrar el olvido de los nuestros. Además, si como padres
y madres no se les enseña a los hijos la importancia que tienen nuestros
familiares ancianos y nuestras amistades ancianas, se les está preparando para
hacer lo mismo con los propios progenitores. Los hijos aprenden muy bien las enseñanzas
que reciben de sus padres. No hay amor
para los abuelos; los hijos aprenden que los abuelos estorban, son una
molestia. Es más importante y urgente, el trabajo o la vida social de la familia, que el compartir
con los abuelos, los tíos y los ancianos de la familia. Aunque nunca los padres digan una palabra con relación
a esto, la conducta de los padres es el mejor lenguaje para los hijos.
Dios nos pide amar como
Él nos ha amado. Dios nos pide gastarnos en amor hacia todos, aun nuestros enemigos.
Dios nos pide que se enseñe a los hijos
el valor de la verdadera caridad y misericordia. Dios nos recuerda que quien no
ha vivido la misericordia, no recibirá misericordia. Y aun así seguimos en la comodidad y el
confort, en la vida social de la familia olvidándose de las exigencias que Dios
nos hace sobre el amor y la misericordia para con los nuestros, para con todos.
Vivamos la caridad más
delicada y exquisita con nuestros ancianos. Enseñemos a nuestros niños a tener
un corazón lleno de amor y compasión por todos. Que rostro más hermoso el de la
familia que viven la caridad y la misericordia hasta las últimas consecuencias
con sus ancianitos. Seamos
verdaderamente seguidores de Cristo. Seamos Cristo para los nuestros. Seamos
noticia de Dios para todos.
Desde la Soledad del
Sagrario
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