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He tenido gran curiosidad por el santo que tanto admira nuestro amado Papa
Benedicto XVI. Me refiero a San Juan de Ávila. Famoso por ser director de
almas.
Me he maravillado al ver que entre sus amigos, a quienes aconsejaba, se
encontraban nada más y nada menos que San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San
Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de
Granada.
Que hermosa experiencia. Tener tantos santos como amigos. Hay un viejo refrán
que dice “los santos se buscan unos a otros”. Pienso, cuantos santos no
conoceremos y no nos hemos dado cuenta de que lo son. Por otro lado, hay
algunas almitas que brillan, no porque lo busquen, sino porque son lámparas que
contienen la luz divina en sus corazones y el reflejo sale al exterior, dejando
a todos tan consolados y maravillados de la gracia divina en las almas.
Es el caso del padre Aníbal Reyes Belén. Que misas, Dios mío, que misas donde el amor a Dios se desbordaba a
borbotones. Había que ver su mirada clavada en el misterio inefable de la Eucaristía,
en ese instante en que elevando la Sagrada Hostia, y por las palabras del
sacerdote, Dios se convierte en pan y vino…
Daban gusto sus misas, contagiaba en el deseo de vivir esa santidad de amar
a Dios sobre todas las cosas… Era una chispa de alegría, de entusiasmo, de
contagio de Dios… me parecía que era un alma de fuego trinitario…
Así, como padre Aníbal, también se encuentra Sor Teresa, una joven que dejándolo
todo se convierte en ermitaña… que mirada… que dulzura… que bondad… que ternura…
que loca enamora de Dios… cuando habla hace que todos piensen en Dios, busquen
a Dios…
Sí, hay almas privilegiadas, porque han dado ese paso de tomar muy en serio
a Dios… pisando sus huellas… da gusto estar ante ellos.
San Juan de Ávila, es curioso, no lo sabía, su nombre Juan, significa “Dios
es misericordioso”… Su nombre denota el corazón del santo… tan dado a vivir la
misericordia divina… tan dado a la compasión… a la caridad… a la solidaridad…
Siendo rico, por la herencia de sus padres, regala todo, luego de sus
padres morir, si, lo da a los pobres sin ningún temor, sin ningún apego… libre,
totalmente libre de ataduras, entrega todos sus bienes a los pobres…solo un
alma locamente enamorada de Dios y tocada por Dios puede hacer cosa semejante.
A diferencia del joven rico del evangelio, San Juan de Ávila había descubierto
los tesoros más valiosos que los del
mundo e iba tras ellos…
Luego de despojarse de sus bienes, se
entrega libremente a la oración… tres años orando… tres años
contemplando… tres años de intimidad con Dios… de sabrosa y gustosa oración con
el Dios de la vida.
Llegaba como mendigo hambriento del pan de la oración… y fue tanta su
hambre que se sumergió voluntariamente a buscar a Dios en la oración… y Dios se
dejo encontrar… que bueno es Dios… con los que le buscan con sinceridad y perseverancia…
Eso me recuerda a padre Aníbal Reyes Belén… cuando se le veía sumergido en oración…
podía caerse toda la Iglesia, y el padre no salía de su oración… pero cuando
terminaba, su mirada brillaba con una luz indescriptible… su rostro lleno de
ternura y una sonrisa tan amplia que denotaba su corazón rebozando de gozo
incontenible…
San Juan de Ávila, luego de sus tres años de oración y meditación, se
decide por el sacerdocio… pero un sacerdocio a lo Cristo… su corazón había aceptado
el llamado de Dios… pero tenía muy presente que era para ser “Cristo” para las
almas…
Esto me lleva al padre Aníbal Reyes Belén, que no perdía tiempo alguno,
siempre estaba animando a las personas a darse a Dios… siempre estaba pidiendo
que se decidieran por la santidad… Cuantas veces escuche de sus labios, decirles
a niños, jóvenes, adultos… “a ser santos… a ser santos… Dios te quiere santo…
no pierdas el tiempo… decídete por la santidad”.
Sus amonestaciones, sus invitaciones, sus consejos dieron fruto… mucho
fruto… toda una generación se decidió por trabajar la santidad personal y de la
familia… cuantos no han muerto luego de vivir una vida cultivada en la caridad,
en la misericordia, en el servicio desinteresado por los demás… Si, su vida dio
testimonio de deseos de santidad. causando la debida atracción a la conversión y
transformación de vida de muchos de los que lo conocieron.
Cuando el pueblo de Dios descubre un alma llena de Dios, inmediatamente hay
una atracción, como un imán. que les hace seguirle en todo momento. San Juan de
Ávila, (al igual que el Cura de Arcs, que don Juan Bosco, y otros mas), la
muchedumbre de almas necesitadas le busca.
Son “Cristo” para el pueblo de Dios, y como en los tiempos de Cristo, la
gente viene a escuchar palabras de vida eterna.
San Juan de Ávila preparaba sus sermones, cuatro horas o más horas, de
rodilla ante Jesús Sacramentado… orando, suplicando, intercediendo, escuchando
a Dios… Dios mío, cuanta necesidad hoy en día, de esta hermosa y sabia estrategia para la conversión de las almas.
Sacerdotes de mi Cristo, que diferencia, es una homilía dada luego de haber
estado en sabroso coloquio con el Dios del Sagrario… y que homilía más triste
la que se da sin ninguna preparación de esta índole.
Os confieso, que me basta escuchar las primeras palabras y el lenguaje no
verbal, para saber que no ha sido
preparado, estudiado y meditado a los pies del Sagrario…
En mi corta y larga vida, Dios me ha
dado la gracia de conocer varios sacerdotes sumamente llenos de Dios, ¡que
deferencia!!... ¡qué banquete espiritual!!... mueven al alma a buscar con
seriedad a Dios… mueven al alma a decidirse por Dios… mueven al alma a dejar hábitos,
cosas que se posee y nos alejan de Dios… mueven al alma a mirarse interiormente
y a conciencia evaluarse a la luz del
evangelio… mueven al alma a correr al confesionario…
Pero que pocos Sacerdotes de mi Cristo, toman en serio al Dios del
Sagrario.
San Juan de Ávila solía decirle a sus discípulos: "Las almas se ganan
con las rodillas". Y el Cura de Arcs da fe de esto… Y es algo que el beato
Juan Pablo II y nuestro Benedicto XVI, también han vivido y han aconsejado.
Hoy en día hay sacerdotes de mi
Cristo, que sí toman muy en serio este consejo de los
santos sacerdotes de la Iglesia.
Escuchaba, el domingo, a las 8:30 de la mañana a un sacerdote, ¡que homilía!!…
Dios mío… ¡que homilía tan llena de la unción del Espíritu Santo!…hablaba del
Amor de Dios como quien conoce íntimamente a Dios… sonaba a tener a Dios como
amigo intimo, amigo confidente… llego un momento a crear conciencia de la
realidad personal de cada uno de los presentes… la realidad de los
acontecimientos mundiales actuales… que van en contra del evangelio… predominaba un inmenso silencio entre los
presentes, todos querían escuchar al padre… y a la vez…lágrimas que salían como
una lluvia liberadora…
El sacerdote termino con el bálsamo infinito de la Divina Misericordia… del
Amor tan grande que Dios nos tiene, exhortándonos
a amar a Dios, como Dios quiere ser amado. Recordando a todos que Dios nos
esperaba en el Tribunal de la Divina Misericordia: el confesionario. Estábamos
en tiempos de conversión… había que levantarse y caminar hacia una radical conversión,
dejarlo para mañana, puede ser muy
tarde.
San Juan de Ávila, en una ocasión le preguntaban cuál era la principal cualidad
para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: "La principal
cualidad es: ¡amar mucho a Dios!".
Y esto no es solo para ser un buen predicador, también se
da en el seno familiar, donde los padres pueden alcanzar testimoniar la
existencia de Dios a sus hijos, si ellos como padres viven la experiencia de amar no mucho, sino con locura
a Dios… el amor a Dios en sus vidas le hablaran a los hijos en todo lo que son
y en todo lo que hacen sus padres…
Desde la Soledad del Sagrario
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