sábado, 5 de marzo de 2016

…Orando por los Esposos…





Un día sonó las campanas, emocionada subiste al altar, era tu boda. Llena de emociones, ilusiones, sueños, te sentías que tocabas con tus manos las estrellas del firmamento. ¡Cuánta felicidad!  ¡Cuánto derroche de amor!!


Hoy, después de unos años, ves con gran pesar que el hombre con quien te casaste para formar un hogar hermoso, de paz y de amor, ha cambiado drásticamente. No es aquel jovencito que te enamoro y con quien te sentías la reina del universo.  


Los defectos; las imperfecciones emocionales,  las manías; el mal carácter; el vocabulario impropio, mal sonante y desproporcionado a un alma pura; las maldiciones, resultado de la ira y despecho;  los celos; las amistades negativas del ayer que no quiere dejar ir; el deseo de seguir su vida de soltero; los fines de semana sociales; la estrategia de buscar pelea para irse a la calle; la infidelidad; en fin,  los pecados pequeños y grandes han comenzado a salir a borbotones. El hombre se convierte en un dolor de cabeza. Esta irreconocible. Alejado de Dios y de toda devoción. Aunque hay aquellos que siguen asistiendo a la Iglesia, a los sacramentos, pero con dureza de rostro y mirada de molestia.



¿Qué hacer? Orar…orar…orar… La oración es poderosa. La oración persistente, humilde y pura de corazón es contestada prontamente. La oración unida a un cambio radical de vida. ¿Cambio radical de vida? Sí, pero no crean que consiste en  hacer cosas raras, no, nada de eso. Es simplemente abrir el  corazón dejando que  Dios habite y reine en el alma de la esposa con toda libertad.

Hay que caminar seriamente el camino de la santidad, camino cuyas huellas son las huellas de Cristo a pisar… Huellas de una vida  plenamente unida a la voluntad del Padre a lo Cristo. Eso, seguir a Cristo con derroche de alegría y desbordante caridad.  
Y ahí, estamos unidas a la Mater para salvar a ese esposo que se ha dormido y no progresa en el camino de santidad que debe recorrer en unión a la familia. Nunca desfallecer, la oración es poderosa. 



Puede que por el contrario  tu esposo es un “regalo del Cielo”, pero no te confíes. Hay que orar mucho, porque a veces esos “regalos del Cielo” se van alejando poco a poco de la santidad. Se es bueno pero no se trabaja por ser santo  llevando a la familia a ser santa. Se participa de la Iglesia pero sin compromiso serio de un cambio radical en una entrega de corazón y alma a Dios.

 Dios nos quiere santos. Dios es muy misericordioso pero a la hora de hablar, Dios es muy exigente. Lo vemos en la Sagrada Palabra. “Sed santo como mi Padre es Santo”. Cuando amonesta pidiendo una radical conversión de vida.

Una vez escuche a un santo, escuche a través de su prédica escrita, que el infierno estaba lleno de gente buena. Eso me sacudió fuertemente. ¿Gente buena en el infierno?  ¿Cómo puede ser posible? Luego entendí, gente buena que no se compromete a dar más a Dios. Que no se compromete a vivir los consejos evangélicos hasta las últimas consecuencias. Que no desean salir de la comodidad para darse en caridad, en humildad, a las exigencias divinas porque Dios lo quiere todo, absolutamente todo de las almas. Quiere que los corazones le pertenezcan. Quiere reinar en cada alma, en cada hogar. Quiere que su voluntad divina sea aceptada y vivida sin quejas, sin remordimientos, sin ataduras, sin apegos. Dios quiere que las almas se le entreguen sin condiciones. He ahí el problema para muchas almas “buenas” que corren alejándose de Dios, por la comodidad.

Pero podemos encontrar  un esposo que va caminando por el camino de la santidad. ¡Bendito sea Dios!!  Sigamos orando por este esposo que ha tomado en serio a Dios y quiere no solo su santidad personal sino la de su propia familia, trabajando incansablemente por lograrlo. Ese si es un "regalo del Cielo”. Y aun así, hay que orar por este esposo, porque son los más atacados y buscados para hacerles caer.

La esposa ora por el esposo y el esposo ora por la esposa. Los padres oran por los hijos y los hijos oran por los padres…  Así nos quiere Dios, orando unos por otros. 


Desde la Soledad del Sagrario






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