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Las familias deben mirarse y encontrarse en la vida de Don Bosco… y en su
obra.
¿Cómo? ¿De qué forma? ¿Para que? Se
preguntaran muchos padres y madres al leer esta propuesta.
Pues sí, claro que si… las familias deben mirarse y encontrarse en Don
Bosco.
Un Santo que atrajo a los jóvenes con su sinceridad, con su entusiasmo, con
su vitalidad y talento provocando el interés, la curiosidad, el deseo de
escucharlo, de aprender, de seguir sus consejos... de salir del camino de perdición.
Don Bosco es el educador perfecto. Sus consejos de cómo educar a los jóvenes…
valen para el ayer, como para el hoy, como para el mañana.
Son consejos sabios de quien busca sanar heridas, prevenir futuras heridas,
con el bálsamo exquisito del Amor de Dios.
Don Bosco sabía perfectamente que si lograba que los jóvenes tomaran en
serio a María Auxiliadora en sus vidas… tenían el Cielo gano… jóvenes que se sentirían
hijos de la María Auxiliadora… aceptándola como verdadera madre y guía de sus
vidas…
Don Bosco busco siempre la santa alegría en sus jóvenes, los juegos que
improvisaba era solo el anzuelo para que se desbordara la alegría en sus vidas…
gustaran de ese dulce caramelo que es la felicidad del buen humor.
Nadie como él para saber cómo corregir, sin gritos, sin amenazas, sin
castigos físicos… pero si con mucha firmeza y con mucha ternura y amor. Su método
logro salvar a miles de niños y jóvenes de la calle, de las cárceles.
Padres y madres de familia les invito a mirar y meditar en esta carta que escribe a sus sacerdotes, Don
Bosco, orientándoles en la forma correcta de educar a los jóvenes. (Epistolario,
Turín 1959, 4, 201-203)
“Si de verdad buscamos la auténtica
felicidad de nuestros alumnos y queremos
inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene, ante todo, que
nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por
quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio
sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.
¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he
tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar; amenazar al niño que persuadirlo;
añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo
castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a
la vez.
Os recomiendo que imitéis la caridad
que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia lo llevaba a derramar lágrimas y a suplicar,
cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.
Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques
de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar,
conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie
pueda surgir la duda de que obramos sólo
para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.
Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna
autoridad. Pongámonos a su servicio,
a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y
avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha
de ser para servirlos mejor.
Éste era el modo de obrar de
Jesús con los apóstoles,
ya que era paciente con ellos, a
pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los
pecadores se comportaba con benignidad y
con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración
para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos
concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos mansos y humildes de
corazón.
Son hijos nuestros, y, por esto, cuando
corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de
tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
Mantengamos sereno nuestro espíritu,
evitemos el desprecio en la mirada, las
palabras hirientes; tengamos
comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a
unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda
de sus hijos.
En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que
éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los
culpables.
Jesús: “El que acoge un niño en mi nombre me acoge a mi” -Mt 18,5
(Del oficio de lectura, del 31 de
Enero; Con Don Bosco Javier Guillèn Casillas; De las cartas de San Juan Bosco,
presbítero;)
Es verdad que va dirigido a los sacerdotes para con los alumnos del
Oratorio… pero es también verdad que son consejos para todos los padres, madres
de familias, maestros y educadores que
trabajan con niños y jóvenes. Iría más
lejos, creo que se puede aplicar también a los jefes con sus empleados. Simplemente se trata de trabajar siempre con
AMOR con los demás…
Me he animado a actualizar esta oración, que aparece en “memoria” del día
que celebramos a Don Bosco, en la liturgia de las horas, para convertirla en oración
para aquellos padres de familia que deseen hacerla.
Oración:
Señor, tú que has suscitado en san Juan Bosco un padre y un maestro para la
juventud, danos también a nosotros padres de familias, un celo infatigable y un
amor ardiente, que nos impulse a entregarnos al bien de nuestros hijos, sirviéndote
a Ti en ellos con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Desde la Soledad del Sagrario
Es que así lo quiere el Señor, para corregir no hay que enojarse. Para parecernos a Cristo debemos tomar en serio la vida del Evangelio.
ResponderEliminarEl problema que cuando un educador no acierta a corregir a los niños, es porque una parte de su corazón se apega a cosas mundanas.
Supongamos, que un catequista, al enseñar catequesis los niños apenas ponen atención, y de lo poco que han puesto; "No me hace caso a mí". El niño si hará caso, si ve al catequista humilde, respetuoso con Cristo, que se acerca al sagrario, ora profundamente, se admira ese niño.
En alguna parte comenté, cuando era niño, mi catequista (Rosita era su nombre), ya fuera de las catequesis, el ejemplo que me dió, es que la veía ante el Señor en el Sagrario, arrodillada, muy centrada en la oración, ante Cristo.
Mi madre que Dios se la llevó al cielo, también me enseñó con ternura como arrodillarme ante el Sagrario, con sus oraciones al Señor, me ayudó a crecer en mi oración y amar al Santísimo, y siempre me arrodillo ante Él, pero en la actualidad, con los dolores de huesos que tengo, cuando no puedo arrodillarme me inclino en acto de adoración al Señor, aunque prefiero arrodillarme, y nunca lo he hecho con una rodilla sino con las dos, al mismo tiempo que me inclino ante el Altísimo.
Por eso, la educación que los mayores den a los niños, deben ser ejemplar y digna. Animándoles a adorar y amar al Señor.
También hay otra parte, que si a un niño no se le enseña como recibir la Sagrada Comunión, que debe ser de rodillas, y en la boca, porque si lo hace de pie y con la mano, peligrará su vida espiritual, no se tomará en serio el Amor de Dios. O si toma la comunión con la mano, luego se lo pone en la boca... se comete sacrilegio y no se le querran dar importancia. Yo he visto cosas terribles, hasta Cristo tirado por los suelos, a conciencia, debajo de un banco.
Señor Dios mío, ten piedad de nosotros, Santa María Madre de Dios, ruega por todos nosotros.
Gracias, muchas gracias,... por sus comentarios tan consoladores y de tanta luz para todos los que de una forma o de otra, tienen la educación de los niños en sus manos... Cierto muy cierto nada como una madre o un padre dando ejemplo vivo de quien es Dios en la vida familiar.
EliminarNada como una madre que posee un corazón amoroso, fiel al Corazón de Dios... una madre que reconociendo su pequeñez se maravilla de la bondad, de la grandeza y la majestad de todo un Dios que le ama tanto… una madre que convencida de Dios, lleva a sus pequeños a esa intimidad sabrosa con el Dios Amigo de las almas… y a la vez enseñándoles respeto, adoración profunda, ante la presencia divina, desplegando todo un lenguaje no verbal… de gestos, miradas, comportamiento que hablan de que Dios es TODO y el alma NADA… con un desbordamiento de alegría inmensa… con el gozo de Dios.
Que mucho tenemos que aprender de los que aman profundamente a Dios. Que mucho camino nos toca recorrer aun en el Amor… los santos nos llevan la delantera…Quien ama, vive la virtud heroicamente, admirablemente…seamos imitadores de los santos que han descubierto que Dios vale la pena…