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En Schoenstatt, cada hogar se convierte en un Santuario…
donde la familia… goza de la presencia de la Mater a través del cuadro de gracias…
Se da una hermosa
intimidad de corazones… Cada miembro de la familia responde con entusiasmo, a
un encuentro íntimo con la Madre Celestial, desde ese amoroso dialogo, con tan
querida y amorosa madre.
El hogar se consagra a la Mater… la familia le da no solo
la bienvenida al hogar, sino también, la convierte en miembro de la familia,
contando con ella para todo.
La familia experimenta la paz divina a través del
Santuario Hogar. El hogar se convierte en un manantial de gracias donde cada
miembro de la familia va saboreando y creciendo en santidad, porque, la
santidad se convierte en una necesidad apremiante, especialmente para estos
tiempos que nos ha tocado vivir.
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La Mater va educando, guiando y guardando esos tiernos, dóciles
corazones que se le ofrecen, entusiasmados, para alcanzar la gracia de vivir
sumergidos en Dios, abrazados a la Voluntad Divina.
La santidad se convierte en un camino que atrae
descubriendo a cada paso las riquezas de una vida cimentada y cultivada en los
consejos evangélicos.
La familia aspira a ser plenamente de Dios… viviendo en
sabrosa amistad divina… para ello la Madre Celestial va celosamente guiando a
la familia a feliz puerto terrenal: la Iglesia…
Es aquí, donde la vida
sacramental, la Sagrada Palabra divina y la intensa oración son las mejores
herramientas para un seguro regreso a “Casa”… la Casa Paterna… donde el Padre
Celestial nos espera a todos con los brazos abiertos…
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Gracias, Mater, por amarnos tanto… por llevarnos por el
caminito seguro al Corazón de Jesús… ahí en las profundidades de su Corazón
divino se encuentran las familias de Schoenstatt, aquellas que han tomado muy
en serio las riquezas del Santuario Hogar….
Desde el Santuario Hogar
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