domingo, 28 de febrero de 2016

Socorroooo, Señor, que perecemos en la tormenta de la vida


Hombres de poca fe, no sabéis que con Dios nada malo puede pasar aunque la tormenta se cierna sobre vuestras cabezas, aunque el infierno ruja con mayor desquite y poder infernal. Nada, absolutamente nada puede hacer, si Dios está en medio, con ustedes, en la barca de vuestras vidas. 
 
Cuando Dios esta con ustedes, la guerra es con Él, porque Él sale a defender a sus hijos, si es que sus hijos se mantienen en su presencia divina.  Padres de familia, contad con Dios para todo, pero para TODO y Dios no se alejara jamás de vuestras familias.

Dios solo necesita que le inviten a estar con ustedes, hacer parte de vuestras familias. A vivir en el hogar, a sentirse amado, deseado y buscado como un miembro de la familia. Un miembro que tiene un lugar especial, a quien se le ama con adoración. A quien se le busca como el mejor y único verdadero amigo. Y Dios se hará sentir en medio del hogar. Dios hará presencia sensible haciendo sentir una atmósfera de paz en el hogar. Una atmósfera de gustar estar en el hogar. Esa es la gran diferencia cuando Dios y la Mater están compartiendo como familia en vuestros hogares.

Os invito a hacer la diferencia. A invitar a Jesús, y a la Mater. A buscarles un lugar especial dentro del hogar. A contar con ellos para todo, pero para TODO. Veras con asombro la felicidad que se derrama aun en medio de momentos de dolor.  Con Dios todo se vive con una fortaleza inmensa, con derroche de amor, con sentido verdadero de caridad y solidaridad.

Familias unidas son aquellas que tienen a Dios en el corazón, en medio del hogar, en el acontecer de la vida diaria.
Mater enséñanos a amar a Dios y vivir a Dios como Dios tanto desea.

Desde la Soledad del Sagrario


lunes, 22 de febrero de 2016

¿Racista yo?... Jamás




En estos días venía a mi mente una anécdota que contaba mi tío político, cuando era una adolescente. Él estuvo en el ejército. Contaba que un compañero de la tropa asignada le cuestionaba de esta forma. Tú dices que no eres racista pero te voy a probar que si lo eres. Tú jamás consentirías que una hija o hijo tuyo, se casara con un descendiente africano, americano. ¿Verdad? Contaba mi tío político, que el corazón se le estrujaba ante esta verdad que nunca había pensado. No, no le gustaría algo así. Pensaba que “cada oveja con su pareja”. Que triste descubrimiento. 

Aun hoy en día, luego de la abolición de la esclavitud, sigue el racismo campante, quizás más solapado, más discreto, pero ahí está latente. En los trabajos, en las universidades,  en todos sitios. 

Una vez estaba en la inmigración de mi país, acompañando a las dos madres religiosas, que estaban citadas. Veía entre todos los presentes, estas personas que impresionaban por su porte, su estatura, su elegancia. Impresionaban favorablemente. Mientras observaba, me volví a mi Padre Dios, y animosa, como una niña pequeña le cuestionaba llevada por la curiosidad y por querer conocer el obrar de Dios.  Le decía, “Papa, ¿dime por qué los hiciste tan diferentes? Miro su piel tan oscura, me gustaría saber que te animo a crearlos así, Papá” Sentí en mi interior como mis pensamientos se aclaraban recibiendo esta hermosa verdad: “Míralos, hija mía, míralos bien, ¿no ves que hermosos son? Yo los encuentro hermosos.Son enchura de mis manos. Son hermosos con su piel oscura”. Yo comencé a mirarlos descubriendo una belleza que no había antes descubierto. No es que antes me hubiesen parecido feos… no, no es eso. Es que no entendía porque Papá los creaba tan oscuros. Ahora los miraba y me asombraba de la belleza de su piel. De su rostro hermoso, de sus ojos que brillaban. Entonces, me volví de nuevo a mi Padre Dios y le comento: “Papa es cierto, son bellos. Solo que me apena que les hicieras el pelo así, porque ellas quieren dejárselo largo y no pueden.” Sentí en mi interior como si Papa, se sonriera por mi ocurrencia.

Pasamos a otra oficina más íntima. Nos fueron llamados de diez en diez. Ya dentro, de momento entra una familia hermosa. Bien alto, elegantemente vestidos, muy educados, pero muy silenciosos.  El matrimonio y sus cuatro hijos adolescentes. Hablaban inglés y otro idioma que no pude reconocer.

Penosamente pude descubrir cómo se sentían recelosos, como quienes han vivido el rechazo, el racismo en toda su crueldad. El Padre trataba de proteger a su familia. Trate de sonreírme con ellos pero solo pude ver el dolor en sus rostros. Sentí en mi interior un dolor inmenso, me coloque en sus zapatos, y entendí que Papá Dios los había creado así, de piel oscura, porque los encontraba hermosos y eso era suficientemente valido para amarlos y aceptarlos.  Los creo y vio que estaba bien lo que había hecho.  Se gozó contemplándolos. Y nosotros los sometemos a la tortura del rechazo y la burla. De esta forma también rechazamos a Dios por su obrar, por creación. Que tontos podemos ser y no nos damos cuenta. 

Estaba en una boda hace más de diez años. Estaba en la recepción, en un ambiente muy familiar, pues era la madrina de los novios, con un permiso especial. Cuando llegaron  al mesa una familia de amigos de piel oscura. Una hermosa familia cristiana de una fe envidiable. Mi alegría fue inmediata. Nos saludamos. 

Para mi sorpresa y disgusto, a los pocos minutos escuchaba a unos anglosajones burlarse en voz alta de esta familia de amigos. Burlarse denigrándolos, riéndose a carcajadas. Solo pude observarlos y orar en mi interior, además de pedir perdón por el desprecio que le hacían a Dios. Cuan ignorantes podemos ser. Cuan ciegos nos podemos volver. Cuanta ingratitud con el Dueño divino de la vida. No nos queda más que orar, orar, orar, repara y pedir perdón. Además estamos llamados a hacerles sentir que los aceptamos y los amamos como Dios les ama. Porque Dios vale la pena. Y lo que hace Papá está  perfectamente bien. Dios no se equivoca nunca. 

Desde la Soledad del Sagrario







domingo, 21 de febrero de 2016

¿Por qué la pelea? Porque es mi suegra.


En estos días me han llegado noticias de los problemas que existen entre las suegras, suegros, nueras, yernos, y cuñadas. Ha sido tanto el bombardeo que me he animado a escribir sobre el tema.

Antes de la boda, cuando novios, suegra donde te pongo. Luego de casados inicia la guerra. Los benditos celos enfermizos. Donde la nuera no soporta a la familia del esposo. Donde hay nueras que son capaces de arrancarse los cabellos, de romperse la ropa, si se enteran que el esposo le ha dado dinero a su mamá, o está ayudando a la familia de uno de los hermanos. Casos insólitos pero reales. Hasta donde llega la ignorancia y el egoísmo.

Otras no dejan que el esposo comparta con sus padres. Si salen juntos, hay guerra. Si va a visitarlos solo, hay guerra. Si se hablan por teléfono, hay guerra. El egoísmo y los celos enfermizos se desbordan volviendo a las nueras en  verdaderas desquiciadas. Cuantos casos. Pero hablamos de nueras, tristemente se dan también el caso de yernos egoístas e interesados. Que mucho hay que orar por las familias del mundo.

Se da el caso de nueras que de frente son toda sonrisa, amabilidad,  pero en el momento de la necesidad, no te conozco, huyen de la situación.
Por el contrario hay nueras, que tienen suegras que son verdaderas penitencias estar a su lado, y estas nueras se han propuesto no descansar hasta conquistarlas y todo por amor a Dios y al esposo. Para alegría de toda la familia han logrado su objetivo, conquistando a las suegras que han terminado amándolas como hijas. Que bellezas de nueras. ¡Dios las bendiga siempre!! Mujeres de oración y de vida íntima con Dios que sabían  que Dios las llamaba a poner la paz en todo momento.

Dios pide a todas las familias vivir en armonía, solidaridad, y exquisita caridad. Vivamos a la altura del amor como Dios nos pide. La felicidad comienza cuando el amor se desborda en cada miembro de la familia. Seamos conscientes de la importancia de vivir amando y perdonando, y olvidando.  

Oremos por tantas familias donde las suegras o suegros, las nueras o los yernos son enemigos a muerte. Que haya paz en los corazones. Que Dios viva en cada hogar. Oremos por nuestras familias.

Desde la Soledad del Sagrario






La edad de oro no es para vivirla solos, sino en familia, bajo el calor de los suyos.


Cuantos ancianos solos y abandonados de sus propias familias. No me canso de pedirles a tantos hijos espirituales que tengan la delicadeza de recordarse de esos miembros de la familia que viven solos y abandonados.

¿Que cuesta una llamada telefónica? Cuanto bien se hace en ese corazón ya envejecido que añora una palabra de amor de los suyos. Una carta de la nieta o nieto que sorprende y trae tanto gozo y felicidad a ese corazón tan solo y abandonado.

¿No hay tiempo? Ese es el argumento más egoísta que puede existir. Tener caridad con los nuestros no es cuestión de tiempo es cuestión de justicia.  De exquisita caridad. De verdadera misericordia.


Hoy son ellos, mañana serán ustedes. La vida nos puede cobrar el olvido de los nuestros. Además, si como padres y madres no se les enseña a los hijos la importancia que tienen nuestros familiares ancianos y nuestras amistades ancianas, se les está preparando para hacer lo mismo con los propios progenitores. Los hijos aprenden muy bien las enseñanzas que reciben de sus padres.  No hay amor para los abuelos; los hijos aprenden que los abuelos estorban, son una molestia. Es más importante y urgente, el trabajo o  la vida social de la familia, que el compartir con los abuelos, los tíos y los ancianos de la familia.  Aunque nunca los padres digan una palabra con relación a esto, la conducta de los padres es el mejor lenguaje para los hijos.


Dios nos pide amar como Él nos ha amado. Dios nos pide gastarnos en amor hacia todos, aun nuestros enemigos. Dios nos pide que se  enseñe a los hijos el valor de la verdadera caridad y misericordia. Dios nos recuerda que quien no ha vivido la misericordia, no recibirá misericordia.  Y aun así seguimos en la comodidad y el confort, en la vida social de la familia olvidándose de las exigencias que Dios nos hace sobre el amor y la misericordia para con los nuestros, para con todos.

Vivamos la caridad más delicada y exquisita con nuestros  ancianos. Enseñemos a nuestros niños a tener un corazón lleno de amor y compasión por todos. Que rostro más hermoso el de la familia que viven la caridad y la misericordia hasta las últimas consecuencias con sus ancianitos.  Seamos verdaderamente seguidores de Cristo. Seamos Cristo para los nuestros. Seamos noticia de Dios para todos.




Desde la Soledad del Sagrario


viernes, 19 de febrero de 2016

Pobres niños, pobre familia

Los  padres no se dan cuenta lo que significa para los hijos conocer de esos momentos donde la caridad desaparece para aparecer la discordia, la agresividad, la ceguera y el maltrato verbal y a veces físico, donde los dos se hieren mutuamente.

Cuanto dolor, desconcierto y traumas para las víctimas que son  los hijos. Los padres muestran que el amor no existe, solo existe la venganza, la mala palabra y el engaño. Los hijos comienzan a desilusionarse de sus padres. Cuanta ignorancia en nuestros padres y madres que someten a sus hijos a tanto desamor y tantas tinieblas, donde la esperanza desaparece.

Un hogar donde solo existe la pelea día y noche, es un hogar donde nadie quiere estar. Los hijos quieren huir del hogar.

Recuerdo en una ocasión me contaba una recién casada que la suegra le había dado un sabio consejo. Si quieres votar a tu esposo a la calle, pelea, pelea y pelea… no resistirá el hogar y se lanzara a la calle, o llegara tarde para no escucharte. Sabio consejo que también puede aplicarse a los hijos. Madres o padres acostumbrados a pelear, hijos que huirán a la calle para no escuchar tanto disgusto.

Un hombre de mal carácter es insoportable, pero una mujer que por todo pelea y no sabe otra cosa que pelear y hablar estrujado, es verdaderamente un dolor de cabeza, todo el mundo huye de su presencia.
Y ahí está el peligro.  Viene el desahogo del esposo con la compañera de trabajo o con la vecina, o con la familiar.  Vienen los hijos a desahogarse con amigos no muy recomendables. Y comienza el problema a convertirse en una pesadilla para la familia. Cuantos hijos se vuelven violentos, rebeldes y vagos. Causa y fruto de un hogar disfuncional.

El hogar se ha convertido en un infierno. Y nadie quiere vivir en un infierno. Dios no se ve por ningún lado, se le ha sacado del seno del hogar. No existe un clima de comunicación, de caridad, de fraternidad, de solidaridad, de familia, de tolerancia.  Poco a poco la esposa se va quedando sola. Y si es el esposo el causante, poco a poco se le va dejando solo. Nadie quiere estar al lado de quien solo sabe convertirse en un monstruo que grita desenfrenadamente, y solo sabe señalar los defectos y errores de los hijos o del conyugue.

Dios nos proteja de hogares así.  Dios nos proteja de familias disfuncionales por causa del mal carácter, los celos enfermizos, y de lenguaje mal sonante, palabras soeces… Donde el rostro se vuelve agrio, duro y feo. 

Padres y madres que gustan pelear por todo, deben buscar ayuda. Deben procurar un encuentro personal con Dios serio y verdadero. Solo Dios puede hacer cambiar ese corazón duro, y esa voluntad enfermiza. 

Oremos…oremos…oremos… la oración es poderosa, oremos por las familias que conocemos y son familias disfuncionales.

Desde la Soledad del Sagrario


jueves, 18 de febrero de 2016

DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS EN EL ESTADIO “VÍCTOR MANUEL REYNA” EN TUXTLA GUTIÉRREZ


OBSEQUIO DE ACI PRENSA... GRACIAS ACI PRENSA... HERMOSA LABOR REALIZADA...

Lunes 15 de febrero de 2016 VIDEO: http://bit.ly/1U481R1 
Queridos hermanos y hermanas Doy gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Qué bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Le doy gracias por sus rostros, por su presencia, le doy gracias a Dios por palpitar de su presencia en la familia de ustedes. Y también gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. 

El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar. Manuel, antes de darte gracias por tu testimonio quiero dar gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo teniéndote el papel. Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo. No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando ellos se pelean por algo. Qué marido y qué mujer no se pelean y más cuando se mete la suegra, que importa, pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces por el amor que se tienen de ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias amigos por ese testimonio que han dado y sigan adelante. 

Y a vos Manuel gracias por tu testimonio y especialmente gracias por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Gracias. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia, El Papa Francisco en México 36 soñando, construyendo, una vida que tenga sabor a hogar y a familia. ¿Le echamos ganas? Así me gusta, gracias. Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde los tiempos lejanos el Padre Dios ha peleado. Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. 

Y cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo. De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué? Porque no sabe hacer otra cosa. Nuestro Padre Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y de echarnos ganas y echarnos adelante. No sabe hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su 

Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta superficial. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre todas las cosas nuevas. Manuel, vos me pediste, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y andan por malos pasos. ¿Lo sabemos no? Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin El Papa Francisco en México 37 ganas. Y, como bien dijiste, Manuel, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quién hablar. Piénselo padres, piensen las madres, hablen con sus hijos y sus hijas o están siempre ocupados o apurados. Juegan con sus hijos y sus hijas? Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad». Cuántas veces te sentiste señalada, juzgada, esa. 

Pensemos en toda la gente, todas las mujeres, que pasan por lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para seguir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho eh), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Y vos fuiste valiente Beatriz, gracias. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero. Manuel y Beatriz usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es como una polilla que nos corroyendo el alma, nos va secando el alma. La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, como las que Beatriz mencionaba, se tiene que dar a diversos niveles. Una, es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad. El Papa Francisco en México 

Ustedes se animaron, ustedes rezan, y ustedes van con Jesús, y ustedes están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una linda expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitado, el preso. Gracias, gracias. Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cómo está siendo cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que ya no tiene espacio en nuestra sociedad y que bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento. Y se van inoculando en nuestras sociedades, se dicen sociedades libres, democráticas, soberanas, se van inoculando colonizaciones ideológicas que las destruyen y terminamos siendo colonias de ideologías destructoras de la familia, del núcleo de la familia que es la base de toda sana sociedad. Es cierto, vivir en familia no es siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro o la comodidad del miedo a amar.

 Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar, a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. ¿Cuántos chicos tenés? No no tenemos porque claro nos gusta salir de vacaciones, ir al turismo, quiero comprarme una quinta, el lujo y el confort y los hijos quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. ¡Qué daño que hace eso! Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a familia con rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión. Prefiero un hombre y una mujer don Aniceto y señora con el rostro arrugado por las luchas de todos los días que después de más de 50 años se siguen queriendo y ahí los tenemos y el hijo aprendió la lección, ya lleva 25 de casado. Esas son las familias, Cuando le pregunté recién a Don Aniceto y señora quién tuvo más paciencia en estos más de 50 años, los dos padre. Porque en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse padre una familia perfecta nunca discute. Mentira, es conveniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato, está bien.

 No le tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer las paces porque si terminan el día en guerra van a amanecer ya en guerra fría y la guerra fría es muy peligrosa en la familia porque va socavando desde abajo. Las arrugas de la fidelidad conyugal. Gracias por el testimonio de quererse por más de 50 años, muchas gracias. Y hablando de arrugas para cambiar un poco el tema, recuerdo el testimonio de una gran actriz, actriz de cine, latinoamericana. Cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le aconsejaron un arreglito para poder seguir trabajando bien. Su respuesta fue muy clara: estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchos dolores y una vida plena. Ni soñando las quiero tocar, son las huellas de mi historia y siguió siendo una gran actriz. En el matrimonio pasa lo mismo. La vida matrimonial tiene que renovarse todos los días. Como dije antes prefiero familias arrugadas con heridas, con cicatrices pero que siguen andando, porque esas heridas. Esas cicatrices, esas arrugas son fruto de la fidelidad, de un amor que no siempre fue fácil. El amor no es fácil, no, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí, el verdadero amor, para toda la vida. Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus, corren con ventaja.

 Tienen a la Madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y esto nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella es Madre y está siempre dispuesta a defender nuestras familias, a defender nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo. Por eso, los invito como están, sin moverse mucho a tomarse de las manos y decir junto a Ella: Dios te salve María…Y no nos olvidemos de San José, calladito, trabajador pero siempre al frente, siempre cuidando la familia. Gracias. Que Dios los bendiga y recen por mí. 

Y ahora los quiero invitar en este marco de fiesta familiar, a que los matrimonios aquí presentes en silencio renueven sus promesas matrimoniales y los que están de novios pidan la gracia de una familia fiel y llena de amor. En silencio, renovar sus promesas matrimoniales y los que están de novios pedir la gracia de una familia fiel y llena de amor