VERONICA
CLAVADA A LA CRUZ DE LA ENFERMEDAD “LA
LEPRA”
A LA TEMPRANA EDAD DE 6
Tu Señor, has venido,
me lo has pedido todo
y yo te lo he entregado.
Me gustaba leer
y ahora estoy ciega.
Me gustaba pasear por el bosque
y ahora mis piernas están paralizadas.
Me gustaba recoger flores,
bajo el sol de primavera,
y ahora ya no tengo manos.
Como soy mujer,
Me gustaba contemplar
la hermosura de mis cabellos,
la delicadeza de mis dedos,
la gracia de mi cuerpo…
y ahora estoy casi calva
y, en lugar de mis largos y hermosos
dedos,
no tengo más que unos muñones
rígidos e insensibles,
como si fueran de corcho.
Mira, Señor,
como ha quedado mi cuerpo,
antaño tan agraciado.
Pero no me rebelo.
Te doy las gracias.
Te daré gracias por toda la
Eternidad,
porque, si muero esta noche,
sé que mi vida ha sido
maravillosamente plena.
He vivido el amor.
Y he quedado mucho mas colmada
de cuanto mi corazón haya podido ansiar.
¡Oh Padre,
qué bueno has sido
con tu pequeña Verónica…!
Esta noche, Amor mío, te pido
por los leprosos del mundo entero.
Te pido, sobre todo, por aquellos
a quienes la lepra moral
abate, destruye, mutila y destroza.
Es sobre todo a ellos a quienes amo
y por quienes me ofrezco en silencio,
porque son mis hermanos y hermanas.
Mi amor: te ofrezco mi lepra física
para que ellos no conozcan el hastió,
la amargura y gélidez
de su lepra moral.
Soy tu hija, Padre mío;
llévame de la mano
como una madre lleva a su hijito.
estrechame contra tu corazón
como un padre hace con su hijo.
Húndeme en el abismo de tu corazón,
para habitar en el,
con todos a quienes amo,
por toda la Eternidad.
DESDE LA SOLEDAD DEL SAGRARIO
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