El amor procura siempre
la felicidad del amado
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Mientras escuchaba a un matrimonio amigos de mucho tiempo, hablar sobre el matrimonio, mi mente se movía
en un solo pensamiento. Pensamiento que compartí con ellos, aunque no sé, si
ambos abundaron en el mismo… porque es algo que causa sorpresa y a veces
malestar.
Mi pensamiento toma calor en mi mente: “El matrimonio esta cimentado en
hacer “feliz al otro”… Te casas solo y únicamente porque lo amas y quieres
hacerla o hacerlo feliz el resto de tu vida”…
¿Sabrán los novios que por eso se casan? ¿Sabrán muchos de los casados que
ese debe ser la meta de procurar en todo momento?
Cuando la pareja se casa, la mayor de las veces solo piensa en ser feliz,
no en procurar hacer feliz al cónyuge.
Sin embargo el trabajar y procurar este objetivo conlleva alcanzar la
felicidad propia… porque si se ama de verdad el ver feliz al amado causa una
felicidad plena.
Pero, ¿Qué sucede en las almas que son egoístas? No, no se les hace fácil
si es que en algún momento han pensado en esta posible realidad para
ellos.
Hacer feliz al conyugue en todo momento, es agradar a Dios. Si a Dios… porque Dios quiere que el
matrimonio sea vivido como una respuesta de su amor a la Iglesia… su esposa la Iglesia. Dios procura llevar por el camino
de la felicidad a su esposa la Iglesia a la cual tanto ama. La pareja casada
contemplando esto, e imitando el amor de Jesús por su esposa la Iglesia, tiende
a procurar también, la felicidad de uno al otro…por el amor incondicional que
siente a Jesús y entre ellos...
Cuantas situaciones y problemas de convivencia, no se evitarían, si la
pareja de casados tuvieran en mente siempre la felicidad del otro. Cuantos
hogares serian más serenos, llenos de paz, llenos de amor, armonía y de
felicidad… pero que pocos son los hogares donde la pareja procura este beneficio,
esta virtud de morir a sí mismo para procurar la felicidad del otro… cuantos
divorcios serian evitados, cuantas familias serian bendecidas con hijos sanos emocionablemente,
sin traumas ni heridas porque papá y mamá les han sabido enseñar que el amor
verdadero consiste en hacer feliz al amado… al gusto divino.
Desde la Soledad del Sagrario
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