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En todas las épocas, los padres y
madres han cometido errores en la formación de sus hijos. La autora y educadora
familiar Ángela Marulanda lanza esta afirmación y recalca que las
equivocaciones de hoy se resumen en una frase: los padres dan demasiado poder a
los hijos. Dice que se preocupan demasiado por ellos y en ese afán por verlos
siempre felices y nunca sufriendo, les dan todo lo que ellos pidan, incluso las
cosas que no necesitan.
Marulanda recalca que los padres
de hoy pertenecen a la última generación que obedeció y respetó a sus padres y
son la primera generación que obedece y respeta a sus hijos. La experta cree
que hay comportamientos de los padres que deben ser revisados y corregidos como
los errores que presenta a continuación:
1. ‘¿Quieres cine o parque?’
Los padres permiten que los hijos
tomen las decisiones desde muy pequeños. Si van a salir a comer les preguntan
qué quieren ellos y los complacen, sin negociar. Si van de paseo a algún lugar,
ellos también eligen. Lo mismo pasa cuando van al cine, o van a ver televisión,
ellos escogen la película, el programa que van a ver.
Esta situación se repite en todos
los ámbitos en los que haya más de una opción y los padres no refutan las
respuestas de sus hijos sino que los complacen sin dudar. Poco a poco se los
mal acostumbra a que ellos son los que mandan a sus padres.
Los niños llegan a pensar que así
como en casa sus padres les hacen caso, en la escuela su maestra y amigos
también deben obedecerlos. Pueden reaccionar agresivamente si no siguen sus
órdenes.
Si se los malcría en la niñez,
esta situación empeora en la adolescencia. En vez de pedir permiso para ir a un
sitio, los jóvenes solo avisan a sus padres.
2. ‘¿Se dañó tu iPod? Toma otro’
Desde que son muy chicos tienen
habitación y baño privado. Estos privilegios muy tempranos no permiten que
ellos aprendan qué significa esperar un turno para bañarse o negociar con su
hermano (con quien comparte la habitación) para apagar la luz antes de dormir.
No viven esas pequeñas situaciones en las que se debe conciliar y empiezan a
creer que siempre tienen la última palabra, porque nunca nadie les debate sino
que ellos toman la decisión.
Esto puede desencadenar problemas
en la escuela, donde deben compartir con los compañeros y no siempre tendrán
todo lo que quieran. Les puede crear confusión que otro niño tenga más
privilegios porque nunca han estado en una situación donde no sea el centro de
atención.
Entre otros privilegios, los
padres les compran objetos demasiado valiosos como celulares, equipos
electrónicos como un iPad. Esto los mal acostumbra a tener demasiado a muy
temprana edad. A medida que crecen van exigiendo mejores cosas y además esto
los motiva a ser más materialistas.
3. ‘¿Quieres dinero? Yo te doy’
Acostumbrar a los hijos a tener
siempre un monto de dinero fijo es muy perjudicial. Al tener plata se los
alienta al consumismo, a que compren cosas que a veces no necesitan. Los chicos
corren el riesgo de volverse demasiado materialistas.
Cuando son niños les cuesta más
valorar el dinero y si lo consiguen fácilmente, con solo pedirlo, creerán que
es su derecho. Si en algún momento el padre no puede darles plata, reclamarán
porque creen que es obligación de sus padres entregarles este valor.
En la adolescencia es aún más
peligroso porque el acceso a comprar alcohol o drogas es más fácil si tienen el
poder adquisitivo. Cuando uno de los amigos del grupo tiene liquidez, en la
adolescencia es frecuente que los demás se aprovechen y le pidan que les compre
cosas o los invite a comer. El chico con el dinero no se siente utilizado sino
más bien poderoso, porque cree que tiene el control de sus amigos.
Garantizarles un monto fijo de
dinero es otra forma de entregarles demasiado poder.
4. ‘Hoy no, que estoy cansado’
Los padres y madres trabajan
demasiado hoy porque quieren reunir más dinero para poder dar a sus hijos lo
mejor. Para ganar mejores sueldos deben trabajar más y por eso salen de casa
muy temprano y regresan muy tarde.
Suelen dejar a sus hijos con la
nana o con algún familiar y no están pendientes de qué les sucede a ellos
durante este tiempo. Por lo general, al llegar a casa están cansados y casi no
comparten momentos con sus hijos. Y si comparten a veces esos momentos los dedican
a discutir porque, por ejemplo, el hijo sacó una mala nota o la hija no terminó
de hacer el deber, etc.
Algunos padres no aprovechan el
poco tiempo que les queda con ellos porque prefieren hacer ejercicio o reunirse
con sus amigos. Los fines de semana sirven para compartir más momentos pero a
veces tampoco los aprovechan. Hay padres que quieren descansar de su ajetreada
semana laboral y no ir al parque a correr con sus hijos. Sin darse cuenta,
descuidan el crecimiento de sus vástagos y desconocen con quién salen, qué
hacen, si están en buen camino...
5. ‘Fresco, yo limpio tu cuarto’
Los quehaceres domésticos, como
ordenar el cuarto, recoger su ropa sucia, guardar sus juguetes ya no son
obligaciones que los padres exigen a los hijos, como ocurría antes. Muchos
padres prefieren no exigir a sus hijos que hagan tal o cual tarea porque no
quieren que ellos se enojen. Para no generar conflictos les exigen menos y los
padres terminan haciendo las tareas que les corresponderían a los menores.
Para evitar estos desacuerdos,
los padres se vuelven mucho más pacientes y permisivos. Esta falta de
responsabilidades vuelve a los hijos más engreídos. Saben que tienen derechos
pero se olvidan que tienen deberes. Se pierde ese equilibrio entre dar y
recibir.
Si en casa no se acostumbran a
tener un mínimo de tareas, en la escuela suelen tener problemas en los trabajos
grupales en los que todos deben participar equitativamente en labores que
resultan fastidiosas.
“Pobrecito, es muy niño para hacerse cargo
de eso”, es una frase frecuente de los padres para justificar esta actitud.
6. ‘¿Verdad que yo soy mejor?’
La inestabilidad en los
matrimonios desencadena una serie de problemas que pueden afectar a los hijos
si no se aborda la situación con madurez.
Cuando se produce un divorcio o
una separación, los padres se sienten culpables y tienden a buscar maneras de
complacer a sus hijos. Los consienten en lo que ellos quieran, sin que haya
conciliación.
Por ejemplo, si un papá ve a sus
hijos solo los fines de semana, quiere que esos instantes su hijo sea feliz. Lo
lleva donde él diga, le compra lo que pida, etc.
Además, tras las separaciones,
muchas veces se produce un deterioro en la imagen de sus padres porque tanto la
mamá como el papá hablan mal de su ex pareja. El hijo recibe las críticas que
su mamá hace de su papá, y viceversa. Esto le crea confusión porque la imagen
de referentes que tiene de sus padres se cae con los calificativos negativos
sobre ellos.
El estrés y la tristeza que
caracterizan a las separaciones a veces distraen a los padres, quienes no se
preocupan por atender las emociones de sus hijos.
"De la culpa a la
calma"
Este es el título del último
libro de Ángela Marulanda en el que invita a los padres a no sentir culpa si
han cometido los errores expuestos, sino que propone modificar actitudes, sobre
todo si éstas perjudican el crecimiento y desarrollo de sus hijos.
.........o........
En mi humilde opinion... me parece que esta situacion reside en la perdida y conciencia de los padres de su verdadera responsabilidad y objetivo en la educacion y formacion de los hijos. Ser padres es una vocacion y la mision es educar y formar a los hijos para el Cielo... salirnos de este objetivo es guiar a los hijos hacia la desgracia vivido en este mundo y la desgracia eterna. Es eso lo que buscamos para los hijos...
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