jueves, 24 de enero de 2013

Dios mío!!… Mi hijo se ha vuelto rebelde… ¿Qué hago?


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Los jóvenes de hoy en día están desarraigados, tienen un vacio interior grande… que muchas veces radica en la falta de amor,  comprensión y acogida en la misma familia… esto les ha hecho carecer de experiencias intimas y externas que lo lleven a Dios.
Muchas veces se debe a hogares disfuncionales. Hogares donde la atención de los padres está puesta en ellos mismos, o en el trajín  de diario vivir, o en el consumismo… o simplemente no se tiene el conocimiento de la responsabilidad adquirida como padres…el deber trascendental que conlleva el ser padres y madres de familias… ante Dios.
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A veces pensamos que “hogares disfuncionales” se trata solamente de  hogares de nivel social pobre carentes de educación, aun la básica… pero no es así… hay en la sociedad actual, en niveles social medio y alto, donde la comodidad económica es bastante desahogada, encontramos hogares disfuncionales.  Por eso mismo, porque se está muy pendiente de lo económico, de esa vida que el dinero regala,  y no hay tiempo para atender a cada hijo como se debe…
 
 No es darles “todo” lo material a los hijos,  sino darles “todo” lo espiritual que necesitan… esa necesidad apremiante de amor,  de reconocimiento,  de atención individual, de aprender con el ejemplo de los padres… Eso no se da en los hogares que lo material o consumismo,  el exterior, la educación, el trabajo, la diversión es lo primero…no hay suficiente tiempo para realizar su  misión y vocación de padres como Dios pide.

Tenemos que reconocer que también existen hogares donde los padres de familia se preocupan por sus hijos… padres de fe, que buscan a Dios, aquí también se da el fenómeno de un hijo rebelde.


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Madres y padres que han cuidado de sus hijos, y el más pequeño le ha salido con ideas torcidas, rebeldes… y estos padres de familia no salen de su asombro. Sus comentarios o quejas siempre es el mismo… ¿Por qué ha salido así, si les hemos dado lo mismo a los demás?… Si lo hemos educado y tratado igual que a los demás…¿por qué los demás salieron bien, educados, trabajadores, respetuosos, agradables, buenos hijos, y este, el más pequeño no?



En la misma queja o comentario esta la respuesta… ustedes mismos están respondiéndose a las preguntas, pero no se dan cuenta.

Si nos fijamos en nuestras manos, los dedos de nuestras manos  no son iguales… así mismo son los hijos… no son iguales. Siempre hay uno que necesita más atención, más ayuda, más desborde de amor, más comprensión, más sentarnos a hablar con él o con ella. Más tiempo para escucharlos. Necesitan mayor dosis de la medicina que les han dado a los demás…mayor motivación para obrar el bien, para querer  convertirse a Dios.

¿No sería entonces contraproducente para el resto de los hijos? No… cuando los demás se sienten colmados por la medicina del amor, comprensión, atención. 

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Lo vemos en las mascotas… podemos ver una madre gata que tiene su camada de gatitos, cuando uno de ellos sale más pequeño, más débil, la madre gata está muy pendiente, se la pasa pasándole su lengua, sin dejar de hacerlo a los demás… lo busca más, sin dejar de buscar a los demás.
 
 
Pero, también, cuando ve que uno de sus gatitos es rebelde saliéndose de la camada, alejándose y dirigiendo sus patitas hacia el  peligro, lo agarra por la nuca y lo trae de vuelta a la seguridad del lugar donde está la camada…acostándose al lado…vigilándole… y a los demás también.

Lo vemos en Jesús, con el joven apóstol, San Juan… su atención hacia este apóstol era mayor… sin descuidar a los demás… dejándole acercarse: San Juan apoyaba su cabeza en el pecho de Jesús mientras cenaba en la Última Cena…cosa que entendemos no era la primera vez que sucedía…había una predilección que los demás aceptaban por estar colmados en el Amor y en la atención que recibían de Jesús.  

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Conocemos con tristeza a  estos hijos rebeldes, que desahogan su vacio interior, abrazándose a la compañía de personas peligrosas, que les hunde en un abismo interior mayor, tales como las padillas, o personas con intereses mezquinos; también caen en las drogas, en el alcohol, en el sexo como diversión, etc.

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 Su vacio interior los lleva a adquirir unos hábitos de convivencia que les hace intolerables, insoportables, no gratos a los demás… además de una violencia y agresividad incontrolable que los lleva de problemas en problemas. Se convierten en un verdadero dolor de cabeza para los padres y el llanto incontenible de las madres.

Es como, si no se soportaran a ellos mismos, por no aceptarse, por no buscar ayudar, por no ser sinceros comprendiendo la necesidad de buscar a Dios.
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La ceguera espiritual no les deja ver el camino de libertad interior que se abre ante ellos. No les permite ver a Jesús con los brazos abiertos llamándolos. No pueden escuchar a la Madre bendita que les susurra al oído lo que deben de hacer. No ven el agite y compasión de sus ángeles de la guarda, conmovidos por el extravió de sus almas…

¿Qué hacer?  ¿Llenarse de sentimientos de culpabilidad por no haberse dado cuenta de que a cada hijo hay que educarlos, atenderlos, escucharlos y amarlos en medidas diferentes según sus necesidades?  No, eso no es saludable y menos viene de Dios.

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Hay que volvernos a Dios… Madres, Padres, volveos a Dios… habladle a Dios de ese hijo o hija rebelde… decidle a Dios que gran santo, que increíble instrumento seria si, si recibiera la pura conversión, transformación de su alma… Cuanta Gloria le daría si caminara por el camino de la Santidad…

Habladle a Dios de vuestros hijos rebeldes… no se canse de hacerlo… y así conseguirán mejor la ayuda para vuestros hijos rebeldes.

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Volveos santos… recibir la Santa Comunión en nombre de ese hijo. Asistid a la Santa Misa y vividla en nombre de ese hijo. Haced el bien en nombre de ese Hijo. Adorar al Dulce Huésped del Sagrario, en nombre de ese hijo.  Amad a Dios con el corazón de ese hijo. Rezad el Santo Rosario en nombre de ese hijo…Cultivar la virtud en nombre de ese hijo…
 

Tratad a ese hijo, o hija rebelde, como si vuestros ojos vieran no al hijo sino a Jesús parado frente a ustedes. Recibid todo de parte de ese hijo como si fuera de Jesús… aun las pequeñas heridas para llevarlas al altar del sacrificio uniéndolas a las ofensas que Jesús padeció… por ese hijo.

Cuando reciban ofensas de ese hijo o hija pensad que Jesús lo permite para que se vuelvan almas reparadoras, para que cultiven las virtudes que en ese momento más se necesitan, amor, paciencia, tolerancia, templanza, confianza, fe, esperanza…

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El mal se combate con grandes dosis de detalles exquisitos del bien, del amor que devolvemos… Una afrenta se combate con un derroche de amor… porque se mira y se busca no la afrenta recibida sino a esa persona que agoniza por la enfermedad espiritual…esa hermosa persona que está escondida detrás de  tanta podredumbre de oscuridad… de tinieblas, de rebeldías, de heridas viejas que no han sido curadas.  
 
 
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Miremos a nuestros hijos, a nuestras familias, a las almas en general… con la mirada de Dios… abracemos a todos con el Corazón de Dios…hagamos eso… y nuestro hogar, nuestro ambiente, nuestro mundo iniciara su cambio…porque Dios habita en él… en nosotros…



Desde la Soledad del Sagrario

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