sábado, 16 de febrero de 2013

Scalando en Cuaresma

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Autor: Enrique Casanueva Perez-Llantada

 
Comencé el pasado sábado preparándome para la scalada de esta Cuaresma con una revisión y puesta a punto, pasando mi ITV espiritual; siempre salgo con una sensación que nunca quisiera perder pero, por mucho que reposte en la Oración y la Eucaristía ahí acabo, poniendo a 0 el cuentakilómetros para arrancar de nuevo.

Eso sí, inicio el recorrido bien cargado de combustible, para no quedarme parado por el desierto. Aunque, bien pensado, este año esa scalada interior hacia la Pascua no quiero acometerla sólo. Lo haré en Familia. Y los pequeños diablillos que vayan apareciendo (aunque trate de no dejarle resquicio), sinsabores, frustraciones y amarguras van a ir por alguien concreto durante cada día hasta el de Resurrección. No es nada original porque ha sido idea de mi mujer, pero me parece tan sensata y fructífera que me uno. Lo bueno de scalar en Familia es que sinsabores, frustraciones y amarguras son siempre menos, o porque se aminoran sus secuelas o porque ni te fijas en ellos cuando antepones los de los demás.

En realidad, trato de consumir el tiempo, meditar el tiempo y condensarlo focalizado no solamente en la Cruz, en la Pasión, sino en la Resurrección. El sacrificio de más éxito de la historia. Sin la Resurrección nada tendría el sentido que tiene, EL SENTIDO. Un hombre de carne y hueso, humillado y colgado en un madero por mí; sí, por mí. Y yo voy y me quejo sin parar por las estupideces más nimias. La Redención regalada y ahí andamos, con nuestras actitudes, mostrando una ingratitud incalificable; aunque muchas veces sea inconsciente. El sonido martilleante de esos clavos traspasando la carne y entrando en la madera, acallado por la Luz cegadora de la Resurrección. Y los pecados del mundo lavados con la sangre y el agua de su costado.

La Vida regalada, la Redención regalada. La sordidez de la crueldad humana palidecida por la ternura del Amor de Dios. Y unas ganas inmensas de que todo el mundo lo sepa, lo vea y lo Viva; y de que se me note incluso en el silencio (qué grande y qué hermoso es el silencio a veces, y qué triste y doloroso puede llegar a ser). Lo curioso es que teniendo el carácter que uno tiene, después de haber tenido la fortuna de haberle conocido, parece que busco permanentemente los rápidos del río, y se me hacen muy, pero muy cuesta arriba los períodos de tranquilidad. En fin, soy más de tiempos fuertes; por mucho que la vida en general, el día a día, se muestre aparentemente más lineal, cada día tiene su afán.

Comenzar este tiempo fuerte con la imposición de la Ceniza en PS es hacerlo en Familia. Ser convocado por quien encarna y muestra con tanta sencillez y naturalidad la ternura del Amor de Cristo, se convierte en una lotería más que una convocatoria. Que el superjefe cuente contigo para participar en la celebración, una suerte. Ver en el presbiterio a uno de los sacerdotes mayores de la comunidad, que es además una especie del sabio, al P Provincial, al Párroco, a quien nos convocó y a un diácono que en breve será presbítero, pues… buffffff. Imagino que el Papa, (nuestro Papa Benedicto, paradigma de humildad, coherencia, inteligencia, bondad y valentía), que pronunció esa bellísima y clara homilía en la Eucaristía del Miércoles de Ceniza, se habría sentido orgulloso y satisfecho. Tener a mi derecha a un alma buena y a mi izquierda a otra. Ver a María en el coro. Formar parte de la feligresía, de tanta gente buena a la que he ido aprendiendo a apreciar. Bufffff. Uno de los rápidos del río. Pero lo siento por todos, porque todos parecen desvanecerse durante la consagración: en el momento de la elevación sólo está Él.

Y ya que no hay como vivir la fe en Familia, este primer jueves tras la ceniza acudiré a la Oración ante el Santísimo en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, en Chamberí. Para ponerme ente él, disfrutar del “trato familiar con Dios” que nos enseñara magistralmente San Alfonso; en Familia. Con el ritmo natural, sosegado y profundo de cada semana. ¿Alguien se anima?

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