miércoles, 24 de abril de 2013

Padre Santo enséñanos a vivir y amar como Tú


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En estas vacaciones que mucho he aprendido. He aprendido a descubrir el dolor en la mirada de  tantos niños. Y es que impresiona como los padres y madres no se dan cuenta, (prefiero pensar que es por ignorancia e inconsciencia), el modo y conducta que hiere la sensibilidad y el corazón de tantos niños.

Me causa un  dolor intenso tanta insensibilidad en tantas personas, especialmente en los padres y madres.

Desde un padre que lleva a sus tres hijos pequeños a un lugar de comida,   que come frente a ellos sin compartir la comida con  ellos. Sus ojitos se salían de orbita mirando a su papa comer tan tranquilo…saboreando su comida.

¿Se imaginan el dolor de esos tres niños? Me preguntaba, Dios mío, ¿para que los llevo? No salía de mi asombro.

Descubrir la insensibilidad de tantas madres que se despreocupan de sus hijos a la hora de comprar…

Esta mañana, en una tienda descubrimos a un señor de 40 a 48 años, sentado con un libro en la mano, (pero sin ningún interés en el libro, en la sección de libros), mirando insistentemente a los niños pequeños que se movían con libertad de un lado a otro, mientras sus madres miraban mercancía a la venta.  Mi corazón se agitaba al ver tan despreocupadas a las madres y los niños sueltos caminando o corriendo de un lado hacia otro. ¿Cuánto peligro innecesario?

Madres que desconocen la Santa Prudencia y como se cultiva… prevenir antes que lamentar una tragedia irreparable consecuencia del descuido.

Insensibilidad al exponer a sus niñas al peligro eminente de mentes deformes llenas de impurezas. ¿Exponer a las niñas? Sí… exponerlas con vestimentas que al mirarla ven no a una niña sino a una mujer sensual y provocativa. ¿Imposible? No, para las mentes desequilibradas y enfermas.

¿Y qué pasa con las niñas bien vestidas? Es increíble como los enfermitos cerebrales se impresionan ante la belleza, inocencia y tanta pureza. 

Esto sucedió en un lugar de comida, donde tres hombres almorzaban, se les escuchaba hablar amenamente…hasta que descubrieron la presencia de la niña. La forma de mirarla causaba preocupación y temor. Sus miradas y gestos llamaban la atención. Dios mío, cuanto peligro eminente con nuestros niños.

Padres, madres, familias cristianas, familias no cristianas… abrid los ojos… vuestros hijos son la riqueza más grande del mundo. Protegerlos de vuestro egoísmo, de vuestros intereses, de vuestra insensibilidad, del peligro de las personas de mentes enfermas…

Recordad que sus hijos son propiedad de Dios… de Dios lo reciben, a Dios hay que llevarlos. Llegaran el día que Dios les pida cuenta de todo lo que ha dado, hecho y llevado con sus niños. No habrá momento para excusarse ante Dios. No, no lo hay.

Dios nos conceda la santa vocación de ser padres y madres según el querer de Dios.

Desde la Soledad del Sagrario

 

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