miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Cuál es la pregunta?



Escena:
La familia se encuentra de visita en casa de unos amigos. La pareja amiga se enternece con los niños. Acercándose a ellos, les preguntan uno a uno. ¿Has pensado lo que vas a ser cuando seas mayor? ¿Qué te gustaría ser cuando seas mayor?

Reflexionemos sobre el tema:

En el seno familiar. En actividades donde las familias participan. En la Iglesia. Conocidos y desconocidos. Familiares y amistades… todos hacen la misma pregunta. Y es que desde décadas siempre se suele hacer la misma pregunta a los niños pequeños y a veces hasta a los jóvenes… ¿Qué vas a ser cuando  seas mayor?  Y los niños comienzan a decir o simplemente se sonríe y dicen que todavía no saben. Y están aquellos que quieren ser muchas cosas, bombero, policía, doctor…

Pero nadie se ha puesto a pensar que la pregunta es incorrecta. No es ¿qué tu quieres ser de mayor? La pregunta correcta para todo cristiano es. ¿Qué quiere Dios que tú seas cuando seas mayor?  ¿Qué planes hermosos tiene Dios para ti cuando seas mayor?

Dios tiene sus planes. Dios le ha regalado a cada hijo unos talentos, habilidades e inteligencia, unos carismas, unos dones para desarrollar en una vocación digna que será ese trabajo que se ejerce cuando se llega a la adultez.

El niño, el joven, se debe preguntar ¿si Dios le ha pensado para ser medico? ¿O maestra? ¿Abogado? ¿Mecánico, quizás? ¿Político o empresario?  ¿Sacerdote, quizás?

Los padres, la familia debe pensar que Dios tiene un propósito de vida para ese niño, para esa niña. Le ha enriquecido con las cualidades, habilidades, carismas, dones, inteligencia para ejercer dignamente esa vocación a la que ha sido llamada. Y todo por el bien de sus semejantes. Por ejemplo, si Dios quiere que seas medico, primeramente es para que te santifiques en esa profesión. Segundo, es para ser instrumento de Dios en beneficio del prójimo.  Convertido en uno de los mejores médicos, siempre dispuesto en ayudar a los pobres, a los más necesitados, a todos.

Es un error que cometemos con facilidad. Pensamos que nosotros escogemos la carrera a estudiar o el trabajo técnico o vocacional. No, no es así… Dios nos ha creado, nos ha pensado en una vocación… debemos descubrirla.

Los padres de familia deberían preguntarse… ¿Qué quiere Dios que sea mi hijo? ¿Cuál es el llamado de Dios para mi hija, mi hijo a estudiar, a trabajar?

Cuando descubrimos donde nos quiere Dios, descubrimos con entusiasmo nuestra felicidad en esta tierra. Desempeñarnos en la carrera profesional o en el trabajo técnico o vocacional al cual hemos sido llamados por Dios, es iniciarse a vivir con pasión, con entusiasmo, con derroche de caridad, aceptando y buscando siempre la voluntad divina. Es una vida vivida a plenitud.

Pero cuando escogemos nosotros por motivos de gusto, económicos, distanciándonos de los planes divinos para con nosotros, iniciamos un camino difícil de caminar. Nos hemos alejado de la voluntad divina, del regalo de la vocación que hemos sido llamados a vivir. La vida no va a ser fácil… no vamos a sentir esa felicidad que llena el alma, ese gozo y satisfacción de saber que no hemos errado, que estamos en nuestro lugar, el lugar que Dios quiere para cada uno de sus hijos.  

Orar… orar…orar… es esa conversación amena con Dios que los padres deben despertar en sus hijos. Deben de guiarles a ese encuentro personal, intimo y sabroso con Dios… y ahí en esa deliciosa amistad, va el niño, el joven descubriendo la voluntad divina… Para que Dios le quiere cuando sea mayor.  Descubriendo los hermosos planes de Dios para con él, con ella. Este conocimiento da seguridad en esos pasos que va dando el niño en su preparación para cuando sea mayor… Alcanzando la santidad personal, convirtiéndose en instrumento de Dios, en beneficio del prójimo…  ¿Habrá mayor riqueza que esta? ¿Habrá mayor satisfacción para unos padres que esto? 

Meditemos en la voluntad divina para con nuestros hijos…
Mater, amada, enséñanos a buscar siempre la voluntad de Dios.


Desde la Soledad del Sagrario

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