jueves, 3 de marzo de 2016

Alerta Esposas

Hay un error muy grande que cometen muchas esposas. Me refiero a las esposas que piensan y comentan: mi esposo es bueno, buenísimo, un santo varón; es un regalo del cielo.  Estas esposas se despreocupan de orar por los esposos. Afilan sus oraciones hacia otras necesidades y necesitados.

Hijas, el demonio no descansa. El demonio está ahí, buscando la oportunidad de atacar, derrumbar y destruir tu matrimonio, tu familia, a ti misma. El demonio estudia las almas, busca cuál es la debilidad de cada cual y ataca por ese lado. Espera el momento justo, apropiado para iniciar la seducción. Va susurrándole al oído, haciendo creer que es la persona quien piensa así, quien tiene esas ideas. Se cuida mucho de ser descubierto, claro, si es descubierto se huye inmediatamente de la tentación. Pero si lo hace de forma casual, como un detalle al aire, como una inspiración propia. Si logra conquistar los sentidos en esa seducción, en esa voz que susurra al oído, o que inspira al pensamiento. Aunque el demonio no tiene voz, ni puede entrar en nuestra mente se las ingenia para lograr seducirnos de forma que se comienze a caer en sus trampas y argumentos. Esto lo logra por por intuición por ser espíritu, vela y estudia nuestras reacciones.

Hoy en día hay matrimonios sólidos, de muchos años de convivencia, comprometidos con la Iglesia, buscando la santidad juntos...de la noche a la mañana divorcio.  Ellos, los esposos, han ido poco a poco cayendo en la tentación, sin que las esposas se percataran. Una cosa hoy, otra  mañana, cuando vienen a ver se han alejado de Dios, de la esposa y de la familia. Se han convertidos en tempanos de hielo para la fe, para la familia, para la esposa. Se cierran a toda ayuda. Se lanzan detras de la tentacion porque esa es su verdadera felicidad. Ciegos corren al precipicio de la desdicha, no se dan cuenta que la felicidad esta en Dios. Fuera de Dios, solo hay felicidades momentáneas que dejan al alma en total estado de desolación, y tristeza. 

Esposas, noo se confíen. Nadie debe confiarse. Hay que orar por el esposo y el esposo por la esposa. Puedes decirme: yo confío en Dios y en la Mater. Muy bien...pero eso no te inhibe de orar, orar y orar por tu esposo. En un ejército hay que mantener las armas al alcance. Las armas nuestras son el santo rosario, los sacramentos y una vida santa. Hay que ser una esposa astuta que cobija a su familia con el manto divino de la oración.

Jesús nos enseñó con el ejemplo. El oraba mucho. Oraba por sus apóstoles. Oraba por todos. No se cansaba de orar por sus hermanos, por la Iglesia que iba a fundar.   Se retiraba a orar. Pasaba largas horas de la noche  en oración. En diálogo sabroso con su Padre Celestial. Sigamos el ejemplo.

Bendecido y santo día a vivir.  Un día más para ganarnos el cielo.


Desde la Soledad del Sagrario

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