Contemplar a un pequeño, rezando
el rosario con gran devoción e interés, es un consuelo muy grande para todos
los que podemos contemplar, escena tan deliciosa como esta.
Un pequeño que toma en serio la
oración del Santo Rosario. Un pequeño que nos habla de fe, de confianza, de
amistad con la madre celestial. Un pequeño que no se amilana ante la mirada
curiosa de muchos. Un pequeño que se deja amar y ama de verdad a madre tan
singular, a la madre celestial.
Un pequeño que sabe y conoce el
tesoro inefable que es rezar el Santo Rosario.
Conoce de esas rosas de amor que va colocando en el regazo de su madre
bendita, la Virgen María.
Que mucho debemos aprender de
nuestros pequeños. Ellos toman en serio la oración y la devoción. No tienen
miedo a las opiniones de los demás. Se lanzan como pequeños enamorados a vivir
una intensa experiencia de “hijos”, siendo dóciles en las manos de la Mater. Ellos alcanzan siempre, el favor de la madre
bendita, porque saben cómo pedir, como amar, como confiar y como corresponder.
Dios guarde en pureza y humildad a
nuestros niños…
Desde la Soledad del Sagrario
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