martes, 21 de febrero de 2012

Cuando el dolor es nuestra única respuesta al amor divino…


La  respuesta de los santos que aman a Dios siempre es la misma… sufrir para pagar un poco tanto amor desbordado en el Calvario… sufrir para ayudar en la redención de los pobres pecadores.
Para la pequeña Jacinta sufrir era una respuesta de amor… era su mejor regalo para los pobres pecadores… era una necesidad que apremiaba y que sostenía el conocimiento de la eternidad.
Salvar a los pobres pecadores de la desdicha eterna costara lo que costara… si era preciso dar la vida por ello… la daba a gusto… a imitación de Jesús…
Y lo vemos claramente en los últimos días de su vida terrena. El 2 de febrero de 1920, día de la Purificación. Jacinta confiesa y comulga, se despide de Jesús en el Sagrario e inicia el camino a su calvario, con lágrimas derramadas que corren por sus mejilla acepta la invitación a subir con Jesús al Gólgota.  Al igual que Jesús la niña tiene su pequeño Getsemaní… pero decidida se levanta y sigue las huellas de su amado Jesús.
  ¿Pero si es una niña?… si lo es, pero, es una niña decidida que lo da todo por amor a Dios… por amor a las almas… a los pobres pecadores a quienes quiere rescatar para la eternidad… a quienes quiere con ella en el cielo.
Llega al hospital que la ha trasladado desde el Orfanatorio donde se encontraba. Por compañía tiene a su madrina la religiosa Sor  Purificación  y una Sra. bienhechora del Orfanatorio. No hay ningún miembro de su familia con ella. Esta sola por ese lado. Dios le pide abandono y confianza. Ella se deja hacer en manos divinas.
El doctor del Orfanatorio donde Jacinta era atendida viene a visitarla. Jacinta había confiado al doctor que la operación sería inútil pero no quisieron escucharla. La Virgen le había dicho que la operación era innecesaria… no tendría ningún éxito.
El 10 de febrero Jacinta entra en el quirófano. Allí la despoja de su ropa lo que le causa a la niña un dolor inmenso… ella tan modesta, tan pura verse desnuda es como si le hubieran clavado un puñal en su corazón. Llora amargamente… los demás no entienden su dolor.
Su cuerpecito estaba muy deteriorado por la enfermedad, “pleuresía purulenta en la gran cavidad izquierda, costillas de la séptima costilla del mismo lado”, los médicos deciden no darle cloroformo y le aplican una anestesia local.
 La niña es colocada en la cama de operaciones, se inicia la operación. Jacinta soporta la operación con una entereza y fortaleza extraordinaria, impropia para su edad. Dios asistía a la pequeña quien sufrió amargamente, pero en silencio ofrecía todo los detalles de su enorme sufrimiento… sabio que estaba en juego la eternidad de los pobres pecadores… sabia que este sufrimiento libraría a muchos pecadores de perderse para la eternidad.
Jacinta con tan solo la anestesia local, se dio cuenta de todo lo que sucedía en la operación. Le extraerían dos costillas del lado izquierdo afectadas por el mal. Con la ausencia de las dos costillas la cavidad se hizo mayor, tenía una profunda herida.
Fuera del quirófano, en la sala de recuperación, Jacinta sufre continuos sufrimientos sobre todo en los momentos de la cura, como la cavidad era tan grande, tenían que introducir bastante gasa, que al secarse se le queda adherida, produciéndole terribles dolores al tirar de ella. Me hace pensar en Jesús cuando le arrebatan sus vestiduras que ya estaban pegadas a su cuerpo llagado y ensangrentado...
Los médicos estaban sumamente contentos con la operación, había sido todo un éxito para ellos… pero Jacinta sabía que era todo lo contrario. La operación solo había servido para regalarle mayores tormentos y mayores dolores. Servía de cruz y en ella estaba Jacinta crucificada. ¡Cuánta ignorancia la de los médicos!!
La Santísima Virgen María vuelve a visitarla por última vez, y esto ocurre tres días antes de su regreso a la “Casa Paterna.”  Llegaba la Santa Madre a consolar a la pequeña, a darle la agradable y dulce esperanza de venir muy pronto a buscarla y llevársela consigo al cielo… le dice el día, la hora, que vendrá por ella. Y para mayor consuelo le quita todos los dolores.  
Dios le concede descanso… ya la misión ha terminado para Jacinta… Sin embargo a Jacinta le queda el sufrimiento del alma… contempla la tristeza de la Madrecita Santa, le comenta a su madrina la causa de la tristeza de la Virgen.  
Jacinta le dice: “Los pecados que conducen el mayor numero de almas a la perdición son los de impureza. Es necesario renunciar, no obstinarse en el pecado. Es preciso hacer una gran penitencia.” 
Si Jacinta viviera en este tiempo creo que hubiera muerto de dolor al ver tantos pecados de impureza que públicamente se propagan y se alienta a cometer como algo normal, sano, beneficioso para la salud del cuerpo y de la mente pero no comprenden que es  la muerte del alma. 
El día 20 de febrero, Jacinta pide los santos sacramentos. El sacerdote llega a las ocho de la tarde, la confiesa. La pequeña pide el Santo Viático. El padre no le parece tan urgente. Jacinta insiste diciéndole: “Voy a morir”.
El padre considera que se puede esperar hasta el día siguiente.
Que dolor amargo para un alma sedienta de Dios, que sabe que  la mejor forma de partir es con Jesús Eucaristía en su alma. Dios concede este nuevo y agudísimo dolor que taladra el corazón de Jacinta. Siente sed de eucaristía pero se le niega. La niña acepta una vez más este amargo cáliz… estas últimas gotas de su amargo cáliz que ha llegado a beber hasta el final.
A las diez y media de la noche, Jacinta entra a la vida eterna de manos de su Madre Celestial que ha venido presurosa a buscarla. ¡Qué alegría para Jacinta!! ¡Qué alegría para la Corte Celestial!! ¡Qué alegría para el Padre que sale al encuentro de su pequeña ya de vuelta en casa!!! ¡Qué alegría para Jesús que la recibe con la corona del martirio, martirio vivido como víctima de amor por los pobres pecadores!!!  ¡Qué alegría para su Ángel de la Guarda que goza de su compañía en el cielo!!!
Solo los santos pueden apreciar y valorizar el camino de la cruz que abre de par en par las puertas del cielo…
Tu y yo… ¿por dónde vamos caminando?


                                            Desde la Soledad del Sagrario

2 comentarios:

  1. Si early de acuerdo Jacinta hubiera mucho si estuviera en esta epoca. Hay que proteger a Los hijos de esto

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    1. Si...cierto hijita hay que cuidarlos mucho y llevarlos a Dios... sembrar en ellos el amor a Dios y a la Mater.. Un abrazo desde la Soledad del Sagrario.

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