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En estos tiempos donde hay tantos hermanos perseguidos por la fe… dando su
vida por ser de Cristo… me pregunto si nosotros estaremos preparados para ser
testigos de Cristo aceptando con entusiasmo el bautismo de sangre.
Cuantos niños, jóvenes nos han dado ejemplo y testimonio
de lo que significa morir por Cristo… antes que claudicar. Con el entusiasmo
que han dicho “si, creo en Dios”… olvidándose de todo, mirando solamente las
riquezas de la fe… Han preferido la muerte, la tortura antes de perder la fe.
Es el caso de la norteamericana Rachel
Joy Scott, de 17 años que no titubeo en responder afirmativamente que creía en
Dios.
20 de abril de 1999, once y media de la
mañana. En la Columbine Highschool en Littleton, Colorado (Estados
Unidos), dos estudiantes jóvenes, entran a la escuela con la sola idea de
“eliminar vidas”. Comienzan a disparar indiscriminadamente.
Uno de ellos se acerca a Rachel Joy Scott,
apuntándole en la cabeza… que frialdad tan grande en este joven, conociendo a
la Rachel, no se intimida… mirándola le hace la pregunta: «Y ahora, ¿crees en
Dios?». La respuesta de Rachel no se hace esperar… «Tú sabes que creo». El
joven dispara y con un disparo la silencia para siempre según su pobre
pensamiento.
No sabe que es ahora cuando Rachel comienza
a evangelizar a sus compañeros, a los jóvenes que se dejen tocar por su amor y
fidelidad a Dios.
Esta joven le gustaba escribir… uno de sus
escritos dice: « ¡Ve tras de Dios! Donde sea que quiera llevarte, ve. Y no
pongas la excusa “sólo soy un adolescente” o “lo haré cuando crezca”, porque no
es así como funciona. ¡Dios quiere conocerte
ahora!».
Se nota por sus escritos la riqueza
spiritual, su fe brillante y su confianza plena en Dios.
En uno de sus diarios escribía en la
portada: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi fama, ni para
provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma!».
Que alma tan decidida por Dios… que alma
tan joven y tan enamorada de Dios… Que alma llena del convencimiento que Dios
vale la pena.
Pero Rachel veía el futuro, lo palpaba en
su alma… por eso escribe en la puerta de su armario: “Estas son las manos de
Rachel Joy Scott y un día tocaran el corazón de millones de personas”. Así es a través de sus escritos, de su
testimonio de vida… siendo testigo de Cristo… dándolo todo… los más valor que
tenemos… la propia vida… sin pensarlo… sin titubeos… sin temores… Dios vale la
pena… hay que darlo todo por Él… porque Él se dio todo por cada uno de
nosotros. Y Rachel había entrando en esa
dimensión intima con Dios de saberse amada por Dios y saber que Dios lo era
todo para ella.
Lo sintetizó perfectamente en la portada de
uno de sus diarios: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi
fama, ni para provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma! ».
Si, Rachel veía el futuro desde la
perspectiva del valor de la vida pero en Dios… por eso escribe: «¿Qué pasaría
si murieras hoy? ¿Qué sería de ti? ¿Adónde irías? No tienes asegurado el
mañana, sólo es una posibilidad. Y puede que no la tengas. Y después de la
muerte, ¿qué? ¿Dónde piensas pasar la eternidad?». Y concluía con esta
resolución: «La eternidad está en tus manos, ¡Elige!».
Hay un detalle en esta joven que asombra a
la familia, amistades, compañeros de clase y al mundo entero. Y es esos quince
minutos antes de la tragedia. Rachel como una manifestación divina en su
corazon dibuja unos ojos, que son los suyos, de ellos se desprenden trece
lagrimas que van a caer sobre una rosa. ¿Por qué` trece lágrimas? Porque trece
fueron las victimas esa mañana. ¿Por qué sobre una rosa? Para muchos
cristianos en Estados Unidos, se
simboliza con una rosa, la Resurrección de Cristo. En ingles “rose”, que en un juego de
palabras, se traduciría “El resucito”.
Una joven que nos da lecciones de fe, de
confianza, de amor a Dios sobre todas las cosas… Una joven que inicia su evangelización con
los jóvenes a través de sus escritos pero más aun a través de su testimonio de
vida.
Sigo preguntándome si estaremos dispuestos
a dar la vida como ella… sin titubear… sin temores… sin pensarlo porque Dios lo
es todo para cada uno de nosotros… es el oxígeno… es la vida misma… perderlo es
morir…
Desde la Soledad del Sagrario
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