domingo, 30 de junio de 2013

«Y ahora, ¿crees en Dios?».


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En estos tiempos donde hay tantos hermanos perseguidos por la fe… dando su vida por ser de Cristo… me pregunto si nosotros estaremos preparados para ser testigos de Cristo aceptando con entusiasmo el bautismo de sangre.
Cuantos niños, jóvenes nos han dado ejemplo y testimonio de lo que significa morir por Cristo… antes que claudicar. Con el entusiasmo que han dicho “si, creo en Dios”… olvidándose de todo, mirando solamente las riquezas de la fe… Han preferido la muerte, la tortura antes de perder la fe.

Es el caso de la norteamericana Rachel Joy Scott, de 17 años que no titubeo en responder afirmativamente que creía en Dios.

20 de abril de 1999, once y media de la mañana. En la Columbine Highschool en Littleton, Colorado (Estados Unidos), dos estudiantes jóvenes, entran a la escuela con la sola idea de “eliminar vidas”. Comienzan a disparar indiscriminadamente.

Uno de ellos se acerca a Rachel Joy Scott, apuntándole en la cabeza… que frialdad tan grande en este joven, conociendo a la Rachel, no se intimida… mirándola le hace la pregunta: «Y ahora, ¿crees en Dios?». La respuesta de Rachel no se hace esperar… «Tú sabes que creo». El joven dispara y con un disparo la silencia para siempre según su pobre pensamiento.

No sabe que es ahora cuando Rachel comienza a evangelizar a sus compañeros, a los jóvenes que se dejen tocar por su amor y fidelidad a Dios.

Esta joven le gustaba escribir… uno de sus escritos dice: « ¡Ve tras de Dios! Donde sea que quiera llevarte, ve. Y no pongas la excusa “sólo soy un adolescente” o “lo haré cuando crezca”, porque no es así como funciona. ¡Dios quiere conocerte ahora!».

Se nota por sus escritos la riqueza spiritual, su fe brillante y su confianza plena en Dios.

En uno de sus diarios escribía en la portada: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi fama, ni para provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma!».

Que alma tan decidida por Dios… que alma tan joven y tan enamorada de Dios… Que alma llena del convencimiento que Dios vale la pena.

Pero Rachel veía el futuro, lo palpaba en su alma… por eso escribe en la puerta de su armario: “Estas son las manos de Rachel Joy Scott y un día tocaran el corazón de millones de personas”.  Así es a través de sus escritos, de su testimonio de vida… siendo testigo de Cristo… dándolo todo… los más valor que tenemos… la propia vida… sin pensarlo… sin titubeos… sin temores… Dios vale la pena… hay que darlo todo por Él… porque Él se dio todo por cada uno de nosotros.  Y Rachel había entrando en esa dimensión intima con Dios de saberse amada por Dios y saber que Dios lo era todo para ella.

Lo sintetizó perfectamente en la portada de uno de sus diarios: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi fama, ni para provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma! ».

Si, Rachel veía el futuro desde la perspectiva del valor de la vida pero en Dios… por eso escribe: «¿Qué pasaría si murieras hoy? ¿Qué sería de ti? ¿Adónde irías? No tienes asegurado el mañana, sólo es una posibilidad. Y puede que no la tengas. Y después de la muerte, ¿qué? ¿Dónde piensas pasar la eternidad?». Y concluía con esta resolución: «La eternidad está en tus manos, ¡Elige!».

Hay un detalle en esta joven que asombra a la familia, amistades, compañeros de clase y al mundo entero. Y es esos quince minutos antes de la tragedia. Rachel como una manifestación divina en su corazon dibuja unos ojos, que son los suyos, de ellos se desprenden trece lagrimas que van a caer sobre una rosa. ¿Por qué` trece lágrimas? Porque trece fueron las victimas esa mañana. ¿Por qué sobre una rosa?  Para muchos  cristianos en Estados Unidos,  se simboliza con una rosa, la Resurrección de Cristo.  En ingles “rose”, que en un juego de palabras, se traduciría “El resucito”.

Una joven que nos da lecciones de fe, de confianza, de amor a Dios sobre todas las cosas…  Una joven que inicia su evangelización con los jóvenes a través de sus escritos pero más aun a través de su testimonio de vida.

Sigo preguntándome si estaremos dispuestos a dar la vida como ella… sin titubear… sin temores… sin pensarlo porque Dios lo es todo para cada uno de nosotros… es el oxígeno… es la vida misma… perderlo es morir…
 

Desde la Soledad del Sagrario

 

 


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