lunes, 27 de octubre de 2014

¿Cómo es posible?


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Noticia impactante que deja el alma llena de dolor y desasosiego. ¿Cómo es posible? ¿Qué puede estar pasando en nuestros jóvenes, que sin pensarlo dos veces, toman decisiones erróneas y trágicas? Es sumamente preocupante.

Este sábado 25 de octubre en una escuela secundaria en Washington, E.U., un joven entra a la cafetería de la escuela, se acerca a una de las mesas, los mira y abre fuego, disparando a matar. Experto en armas, aparentemente, tira a la cabeza. Mata a una estudiante, hiere mortalmente a cuatro. Termina acabando con su vida.  Aunque no sé sabe si se suicido, o si en el forcejeo con la maestra que interviene, se escapa una bala matándolo.

Este  joven de catorce años, pertenecía a una de las familias más importantes de la cultura indígena en su comunidad.

Un joven que era muy querido por todos, muy popular. Un joven que nunca dio muestras de tener alguna enfermedad mental o depresión. Todo lo contrario, un joven que según los testigos se le veía feliz, amante del deporte, de las armas, de la vida, apreciado y querido por todos.  Estaba feliz porque su escuela lo había elegido como representante para la fiesta del equipo de fútbol americano hacía apenas una semana.

¿Qué pudo pasar para cambiar de actitud y convertirse en un monstruo de terror capaz de matar a sangre fría??

Hoy en día las redes sociales son como el diario sentimental de las personas. Y en su twitter, este joven escribía que tenía problemas que no especificó: "Me lastima... De verdad lo hace". “No va a durar… nunca va a durar…”
Se enamoro, y la joven no le correspondió.  ¿Es posible que este fuera uno de los motivos que lanzo a este joven a salir de la postura de bueno para convertirse en asesino?

¿Y los padres? Desconcertados ante los hechos y la tragedia.   ¿No habría ellos podido evitar esta tragedia? ¿Por qué regalarle un rifle?  Podemos pensar que es otra cultura. La cultura indígena dados a la caza, pienso.  Pero es un niño aun, no es un adulto. No tiene control de sus emociones y lo ha dejado ver en la solución que adopto ante la situación que le toco vivir y fue detonante para la tragedia.

Tampoco había un amigo, un confidente, una persona mayor donde este joven hubiera podido desahogarse y encontrar consejo, luz para su confusión mental, para sus sentimientos heridos.

Cuantas veces nuestros hijos están rodeados de personas, pero en el momento indicado, no encuentran a quien acudir para pedir un consejo. O no siente la confianza de hacerlo, porque no han encontrado quien se interese por sus cosas de forma sana.

Nuestros jóvenes, nuestros niños no saben cómo responder ante situaciones de rechazo, de burla, de racismo, de negación.

Padres y madres no miren a sus hijos como si fueran adultos. No les concedan un trato como si fueran adultos porque no lo son. Hay que tratarlos según su edad y la capacidad de madurez que tienen como niños que son.

Padres y madres hay que inculcarles a nuestros hijos el temor a Dios, llevándolos a tratar al prójimo como a sí mismos. 

 Estemos más pendiente de nuestros hijos, de sus problemas, de sus sentimientos, de las heridas que pueden recibir y que necesitan sanar.  

Aprender a escucharlos con paciencia y con verdadero interés hace una gran diferencia. Que puedan venir a donde ustedes a buscar ayuda, consejo, apoyo, consuelo en los momentos que más necesitan. Sea lo que sea… sabe responder con sabiduría, sin gritos ni regaños.  Escuchar y ayudarles a tomar decisiones propias, decisiones que regala una conciencia recta. 

Cuando los padres no pueden ayudarles a resolver porque es algo que va mas allá de su conocimiento o de su experiencia, buscar ayuda en un sacerdote o profesional que sea temerosa de Dios, de fe, de moral y valores intachables.

Padres y madres de familia ayudemos a nuestros hijos… no los dejemos solos a la deriva de sus propios sentimientos y en el caos interior ante los problemas que pueden estar viviendo. Seamos compasivos y responsables con nuestros hijos… porque ellos necesitan del amor, comprensión y sabiduría de sus padres…

Desde la Soledad del Sagrario


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