Cuando los padres toman
en serio su deber y responsabilidad de
educar a los hijos en la fe, en la moral, en las virtudes; en la cultura, en
las tradiciones y en las sanas costumbres.
Que diferentes son los hijos. Cuanta seguridad
en ellos. Cuanto gozo y santa alegría. Cuanta felicidad. Un hogar que
resplandece en todos sus detalles.
Un hogar donde Dios se siente a gusto porque ha sido invitado e incluido como miembro de la familia. Un hogar donde se cuenta con Dios y la Mater para todo. Un hogar donde se toma en serio la oración y los sacramentos. Donde se participa y vive la misa diaria aun estando en el seno materno, porque la misa diaria es sagrada.
Un hogar donde Dios se siente a gusto porque ha sido invitado e incluido como miembro de la familia. Un hogar donde se cuenta con Dios y la Mater para todo. Un hogar donde se toma en serio la oración y los sacramentos. Donde se participa y vive la misa diaria aun estando en el seno materno, porque la misa diaria es sagrada.
Esa familia lo da todo,
lo inventa todo, utiliza la imaginación y la creatividad para hacer de la educación
un modo fácil, gustoso, ameno e interesante.
Lleva a los hijos a desarrollar el gusto por la lectura. Un buen libro ayuda tanto, tanto. Es como viajar en el tiempo. Llevan a los ninos a pensar, a meditar, a reflexionar y encontrar
respuestas a tantas inquietudes naturales que van surgiendo en el alma o en la razón.
Una familia que tiene
tiempo para hablar y escucharse mutuamente. Una familia donde papá y mamá son
ejemplos a imitar. Donde los niños saben que todos tenemos defectos pero hay
que trabajar con ellos para lograr
agradar a Dios en todo momento. Niños
que juegan, que se divierten juntos, que
se divierten en familia. Que ven el lado
hermoso de la vida. Que buscan a Dios
como amigo, amigo que siempre está dispuesto a escuchar, a ayudar y a consolar.
Que hay problemas… los
hay, claro que sí. Mas hay que ver como se unen y se apoyan como familia,
orando y buscando respuestas favorables a los problemas que se presentan. Que los niños pueden ser traviesos, claro,
travesuras sanas que dan sabor a la vida hogareña. Un
hogar al gusto de Dios. Donde la risa, o el llanto; la alegría, o las penas; la salud o la
enfermedad; se comparten, se hacen
alimento para todos… porque la caridad reina en sus corazones.
Una familia donde la
pureza brilla esplendorosamente. Donde
la humildad goza de existencia. Donde la
fe va en aumento. Donde la devoción surge espontáneamente con una naturalidad
pasmosa. Donde la misericordia nace de un corazón lleno de Dios, que desea que
todos gocen de esa amistad divina como ellos gozan.
Una familia que se
mira, se busca y se alimenta del hogar de Nazaret, allí donde la Sagrada
Familia vivió. Ellos los hace
presente. Da gusto escucharlos. Pero, ¿será esta la única familia en el
mundo?? No. Hay miles y miles de familias como esta y aun a mayor grado de
amistad con Dios. Personalmente conozco muchas familias así y aun mas.
Dios tiene un ejército
de familias que caminan por el camino de la santidad en todo el mundo. Son pequeñas llamitas de luz que alumbran
despejando las tinieblas que nos arropan.
Son llamitas puras que perfuman con santo perfume, dispersando el
ambiente mal oliente de una sociedad de espaldas a Dios. Dios necesita testigos y estas familias los
son. Unas pasan desapercibidas para el mundo. Otras brillan de forma
especial causando sorpresa en muchos o
disgusto en otros.
Oremos por las
familias cristianas del mundo. Oremos por la perseverancias de las familias que
cuidad la santidad de sus hijos, caminando por el camino de santidad. Oremos porque todos vivan la Voluntad Divina
hasta las últimas consecuencias… porque Dios vale la pena…
Desde la Soledad del
Sagrario
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