domingo, 2 de octubre de 2016

A ti, mujer...





Cuanto herido y flagelado el Amor Propio. Cuantos berrinches ocasiona esos disgustos diarios que el Amor Propio se niega a aceptar. Sutilezas del "YO", que busca la forma de excusarse acusando a los demás. Y no nos damos cuenta. 


"Que tristeza tengo", respondiendo con una pequeña repugnancia. "Ah, cuanto me ha herido", y al momento se busca la revancha. "No es justo", y enseguida cerramos la puerta de la amistad. 

Cuando somos sensiblemente heridas en el Amor Propio, faltamos a la exquisita caridad. Y es cuando la tristeza se desborda y las lágrimas aparecen, y la caridad desaparece, y la fe se oscurece. 


Qué pena que nos dejemos engañar por nuestro "Amor Propio" negándonos a responder heroicamente como lo hacen los santos. Perdonando, amando, orando, y dándonos como almas transparentes, llenas de Dios. Siguiendo el ejemplo de Cristo que en la cruz pidió con toda la pasión del Amor: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen." Y nosotras?



Desde la Soledad del Sagrario

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