Es común que los hijos varones, en edades preescolares, gustan llenar sus
bolsillos de insectos que van encontrando en el ambiente donde se mueven. Son pequeños exploradores que gustan observar
detalladamente a los insectos y guardarlos en sus bolsillos. Cuantas mamá se
escandalizan, cuando descubren los tesoros de sus hijos, guardados en los
bolsillos de sus pantalones. Pequeños
tesoros que satisfacen la curiosidad de los pequeños. Hay niños quienes van más allá y lleva sus
tesoros, como ranas, o lagartijos o pequeñas culebras a guardarlos debajo de la cama. Nuestros pequeños hijos varones…
De la misma forma, los pequeños, tanto niños como niñas, les encantan los
animales, descubrirlos, poder estar cerca de ellos para estudiarlos y observarlos.
Esa curiosidad innata en nuestros pequeños puede guiarse hacia el
cultivo de la virtud de la caridad, de la protección, del cuidado, etc… con los
pequeños animales. He aquí donde una
mascota viene muy bien para los niños si se les guía correctamente. Ensayaran y aprenderán lo que es una
responsabilidad, lo que significa cuidar, y proteger, enseñar, corregir, y amar, además de
la paciencia que hay que tener con las pequeñas mascotas. Todo les sirve para
desarrollar y cultivar las virtudes
necesarias en esta experiencia de tener a cargo una mascota. Virtudes que van desarrollando en los pequeños,
gozo y entusiasmo según van
experimentado a tomar en serio tener una mascota a cargo.
El hogar es la escuela donde papá y mamá aprovechan el mínimo momento u ocasión,
para hacer descubrir y cultivar esa virtud llamada a vivir en ese momento dado.
Esto repercutirá en un hábito tan normal y natural, tan conocido y fácil de
procurar, que ya adolescente o adulto, se
obrara sin dificultad.
Por otro lado, recordemos que los grandes asesinos, han sido niños que han iniciado sus pasos torturando, y matando sus
mascotas, desarrollando un gusto morboso
que les lleva a divertirse de esta forma. Oremos por estos hogares, donde los niños
aprenden y se alimentan de violencia. Donde Dios no se encuentra porque no lo
buscan.
Desde la Soledad del Sagrario
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